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Volver a trabajar estando en duelo
Hace ya casi un año que murió Daibel. No me lo puedo creer. La vida sigue… ¡Y qué vida! Desde que se fue, el mundo se puso del revés. Yo he tenido que adaptarme a vivir sin su presencia y a salir a un mundo que no es como el de antes. Desde luego, aún estoy en el camino. No he llegado a ninguna parte. Tampoco tengo claro si hay un sitio al que llegar.
¡Basta de divagaciones! De lo que vengo a hablar hoy es de cómo he empezado a trabajar estando en una situación de duelo. No es un tema pequeño. Y no voy a presentarlo en forma de consejos porque “a mí me ha funcionado esto”. A mí no me ha funcionado nada. Yo me he visto en la necesidad de trabajar porque tenía que entrar dinero en casa. La inercia me ha llevado a donde estoy ahora.
Perdí a mi hijo y mi trabajo
Quiero explicar que, que mi hijo muriera, supuso que también me quedara sin trabajo. Vaya 2x1. No había otra opción. Jeni, mi jefa, trató de buscar otras soluciones y de convencerme de esto o de aquello, pero no había escapatoria. Por aquel entonces, yo tenía la jornada muy reducida, de tan solo 4 horas a la semana. Recibía una prestación por cuidado de hijo con enfermedad grave. Al morir Daibel, perdía la prestación y la empresa debía recuperarme con las 25 horas de mi contrato. Hacía muy poco tiempo que Monetes había pasado a ser solo tienda online con algunos servicios presenciales de porteo e instalación de sillas. De estos servicios era de los que yo me encargaba en mis pocas horas de trabajo a la semana.
Obviamente, tras la muerte de Daibel, yo no podía atender nada de eso. Bueno, en realidad, no es tan obvio. Hay personas que tras una pérdida así vuelven a sus trabajos porque así lo eligen o porque no les queda otro remedio. El caso es que, ni yo estaba para trabajar ni la empresa podía recuperarme en ese momento a mis 25 horas. La mejor opción para ambas era el despido, tremendamente doloroso para Jeni y para mí.
No se me olvidará nunca el día que fui al paro. Era el primer día que salía de casa yo sola desde que Daibel ya no estaba. Fue rarísimo. Tenía una sensación de aplastante dolor y sentía como demasiados estímulos a mi alrededor. También me parecía que lo hacía todo a cámara lenta. La funcionaria, al ver los papeles, entendió lo que había pasado y me dio el pésame. Yo solo quería salir de allí y volver a mi casa.
4 ofertas de empleo en plena pandemia
A las pocas semanas, Monetes y Nordic Baby se fusionaron, permitiéndole a Jeni seguir dedicándose a un sector que le apasiona, pero con menos presión, tal y como ella explicó en su momento. Surgió Nordic Baby by Monetes, con tienda inicialmente en Las Rozas, y que ahora ya tiene otros puntos de atención al público en Rivas y Pinto.
En seguida empezó la pandemia y el confinamiento estricto. Ya he explicado varias veces que a mí me vino muy bien este recogimiento para hacer un enorme trabajo introspectivo y tratar de ubicarme en el mundo.
Desde marzo, recién iniciado el confinamiento, y hasta octubre, recibí nada menos que 4 ofertas de trabajo. Yo no daba crédito. En plena pandemia y crisis económica, ¿en serio? Las primeras yo no podía aceptarlas. Era muy pronto todavía y las condiciones que me ofrecían no encajaban en absoluto con mi situación de duelo. Haberme puesto a trabajar entonces, muy probablemente, habría supuesto una devastación de mi frágil equilibrio emocional.
Trabajar en el sector de la maternidad
En este tiempo yo me preguntaba a menudo qué hacer, desde una perspectiva muy filosófica: ¿Qué hacer con mi vida? Y es que había un tema que plantearse: ¿Podría yo volver a trabajar en el sector de la maternidad? En las primeras semanas no tenía una respuesta. A la vez, varias personas me invitaban a volver al trabajo que yo tenía anter de que Daibel naciera. ¡JA! Eso sí que no entraba en mis planes. Yo trabajaba en la universidad como docente e investigadora. Recuerdo aquello como un lugar de lo más hostil, donde la ambición y el politiqueo se llevaban más energía que la atención al alumnado. ¡Asqueroso! Voy a dejar en vuestras mentes imaginar en qué universidad trabajaba. Y desde luego, mi salida en 2012, por los recortes de la crisis económica, fue cualquier cosa menos amable. No era una opción para mí volver por ese camino.
A las semanas de morir Daibel, supe que sí quería, al menos, intentar volver a trabajar en el sector de la maternidad. Aún no era el momento, pero sabía que quería darme la oportunidad. A finales de agosto, me sentía con la energía suficiente y moví ficha. Les propuse a las chicas de Materna Yoga hacer talleres de porteo y danza del vientre para embarazadas. Les interesó la propuesta y salió adelante. ¡Había familias apuntándose a mis talleres! Fue una inyección grande de energía.
No hice la propuesta en cualquier sitio. Se la hice solo a ellas porque son amigas, porque me sentía en casa, porque conocían mi situación y me cuidarían si lo necesitaba. Además, la propuesta era para talleres online. Yo aún no me sentía preparada para salir de casa a trabajar. La pantalla era un escudo que me protegía, pero también una ventana por la que mirar qué había fuera.
La experiencia funcionó muy bien, mucho mejor de lo que yo esperaba. Me sentí muy cómoda acompañanado a otras familias. Y, sobre todo, útil. Me sentí útil. Tenía algo que aportar, podía ayudar.
En esas semanas, también realicé un par de asesorías de porteo en casos de bebés con necesidades especiales. Tenía que estar ahí. Vi claro que mi papel, mi experiencia, me permite, e incluso, me hace óptima para acompañar a ciertas familias. Aún tengo que vencer el miedo a que otras madres se vean reflejadas en mí y crean ver su futuro cuando conocen mi situación. Eso es lo único que aún me hace arrugarme un poco. Todo lo demás es empoderamiento, es verme capaz, es sentir que valgo para esto.
A finales de octubre recibí una oferta de trabajo que era compatible con lo que yo ya estaba construyendo y que encajaba en lo que yo pensaba que podía asumir. Básicamente, era trabajo desde casa, con algunas horas al mes de trabajo en tienda haciendo lo que antes hacía en Monetes, asesorar a familias.
Las piezas del puzzle encajaban y, sorprendentemente, lo que pensaba que más me costaría, es lo que mejor me ha venido. Me asustaban un poco las horas de trabajo en tienda, atendiendo a familias sin el escudo de mi pantalla. Nada. 0 problemas. Al revés, mucha satisfacción por sentir que hago las cosas bien. Incluso he salvado situaciones que me preocupaban como que me preguntaran si tenía hijos o encontrarme con antiguas clientas.
En mi interior, aunque tenía miedo a dar ese paso, yo tenía la intuición de que me iría bien. No me equivocaba. En 2016, cuando comencé a trabajar en Monetes, hubo algo que se arregló, que era mi miedo a las embarazadas. Gracias a ese trabajo reaprendí a relacionarme con familias sin miedo a que les pasara algo malo.
Algo me decía que esta vez pasaría algo parecido. Desde que Daibel murió me cuesta relacionarme con familias, la verdad. Mientras Daibel vivía, estar con l@s hij@s de mis amigos nunca fue un problema. Nunca sentí envidia de que sus hij@s estuvieran sanos ni me molestó escuchar sus preocupaciones, que en comparación con las nuestras, podrían parecer pequeñas. Cuando Daibel murió, la cosa cambió. No estoy del todo cómoda cuando hay niños y niñas en mi entorno, sinceramente. Y soy plenamente consciente de que no me relaciono con ell@s como antes. Creo que hay una parte de envidia, pero también siento que hay algo más profundo para lo que todavía no he encontrado nombre.
Volver a trabajar con familias, está colocando esto en su sitio. Me ayuda mucho a normalizar mi relación con ellas, como pasó cuando empecé en Monetes. Además, gracias al trabajo, también he notado mucha mejoría en mi ansiedad social, que tras la desescalada no era capaz de ubicar y en septiembre estaba desatada.
Soy autónoma
Para hacer posible mi participación en varios proyectos y atender mis necesidades emocionales, me he visto empujada a hacerme autónoma. Me dices esto hace un año y me parto de risa. Jamás ha entrado en mis planes y de mi boca ha salido muchas veces que nunca pasaría. Pero mira, ahora me tengo que tragar mis palabras y resulta que hay dos autónomos en casa, cosa que siempre pensamos que era una locura.
Hacerme autónoma ha sido necesario, no sólo para compaginar varios proyectos, sino para poder ser dueña de mi tiempo. Ya he explicado al principio del post que estoy aquí por inercia, porque necesitábamos otra entrada de dinero. Si realmente las cosas fuesen de otra manera, si nos lo pudiésemos permitir, yo seguiría dedicándome a mí, a mi autocuidado y ya está, para seguir transitando mi duelo sin distracciones. Pero la realidad es que yo ya había dejado pasar ofertas de trabajo y mi tiempo de prestación por desempleo estaba cerca de agotarse. Era arriesgado dejar pasar esta oportunidad.
Necesito ser autónoma porque mi estabilidad emocional es muy frágil. No son pocos los días en los que me arrasa un tsunami y necesito parar. Hacer esto siendo una empleada por cuenta ajena es problemático. Al ser autónoma, me lo puedo permitir y me siento más cómoda haciéndolo, la verdad.
Me sincero en otro aspecto. Cuando recibí la oferta de empleo que me hizo dar el salto o, incluso, cuando yo hice la propuesta a Materna Yoga, no sentí la ilusión que he sentido el resto de veces que he conseguido trabajo. Sentía más miedo que otra cosa, y me da pena, pero es así. Me da pena porque si algo me ha caracterizado siempre son mi entusiasmo y mi alegría. Y, aunque la sonrisa no se me quita fácilmente de la cara, la tristeza que siento es enorme y, por el momento, incompatible con el entusiasmo.
Ahora que ya os he explicado cómo ha surgido todo, puedo deciros que no os sorprendáis si me encontráis en redes sociales por varios sitios. Como he dicho, colaboro con varios proyectos. Es un honor haber trabajado en los últimos meses en Materna Yoga, Acontramarcha, Alma Eko y Aire Comunicación. También, aunque sin remuneración, he colaborado con la Fundación Porque Viven y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos Pediátricos. Ahí estoy poniendo mucha energía y estamos creando cosas preciosas. Mira, ahora que lo escribo, se me dibuja una sonrisa en la cara. Igual es que sí hay algo de entusiasmo en esto...
Reencontrase en casa tras perder a un hijo
Hace un año os estaba contando que nos habíamos mudado. Que después de una situación muy complicada porque vivíamos en una casa alquilada de un fondo buitre, decidimos comprarnos una casa y mudarnos a un pueblo más pequeño. Esto era posible porque Daibel ya recibía las terapias en el domicilio y los médicos de paliativos venían a verle desde el hospital.
Al irnos a un pueblo más pequeño y apartado, y con la ayuda de nuestra familia, pudimos comprar la casa de nuestros sueños: con jardín, espacio para huerto, un olivo con un banco debajo, una cocina amplia, un salón acogedor con chimenea, toda la vida en una planta y hasta un cuarto de lavandería, en un pueblo y a las puertas del campo.
Adapatamos la casa para que Daibel pudiese vivir en ella: rampas, mejoras en el baño y demás.
Daibel solo vivió aquí 9 meses. El día que él murió y entré en casa sin él me pregunté: "¿Qué hago aquí?" No sentía que fuera mi casa. Era suya. La habíamos comprado para él. Se llama 'Los Tréboles' porque éramos tres. Llegué a sentir que ni la merecía. ¡Cuánto dolor!
Kike me decía que esta casa era gracias a él, que nos la había regalado. Yo entendía lo que quería decir, pero mi sentimiento era otro. Tenía razón en que si no llega a ser por él, por sus circunstancias, no habríamos comprado esta casa. Nos habríamos apañado con un piso de dos habitaciones en Rivas.
Este sentimiento me invadió muchas semanas. Era demoledor. Pero poco a poco fue bajando la intensidad y hoy os voy a contar cómo.
Antes de contaros qué cosas me ayudaron a sentirme de otra manera voy a a aclarar una aspecto. Creo que una parte de la razón por la que yo no sentía que esta casa era mía es porque, aunque llevábamos 9 meses viviendo en ella, aún no lo había asimilado. Me parecía increíble que nosotros pudiésemos estar viviendo en una casa así. Sentía como que estábamos de casa rural. Me maravillaba estar viviendo en la casa de nuestros sueños. No podía creerlo. Muchas veces, le decía a Kike, "no des por hecho esta casa, es asombroso que podamos vivir en ella".
El mapa de agradecimientos
Pasarían meses hasta conseguir encontrarme de otra manera respecto a este tema. El primer paso lo di gracias al taller de arteterapia que hice durante el confinamiento con Itahisa, de Proyecto Amarte, del que te hablé aquí.
Una de sus propuestas era que hiciéramos un mapa de agradecimientos. Pensé en qué era por lo que yo me sentía más agradecida y era mi casa. Tenía sentimientos encontrados con ella, porque, como comentaba, sentía que no la merecía porque era suya, no mía. Pero la gratitud que sentía era enorme.
Así que mi mapa de agradecimientos se convirtió en una casa. Es la imagen de portada de este blog. La puerta nos la abre Daibel, ya que este hogar no era posible sin él. Hay un salón acogedor con chimenea, una cocina en la que preparo comida rica y saludable, un cuarto para invitados, un lugar en el que escribo, pinto, coso y bailo, un espacio para Kike y para mí y un jardín lleno de plantas, flores y árboles.
En mitad del confinamiento, poner en valor todo esto era lo justo.
Con este ejercicio di el primer paso para sanar mi relación con esta casa.
Las acuarelas de mi madre
Tras la muerte de Daibel, cuando le dije a mi madre que sentía que esta casa no era mía y que no la merecía, ella se abrumó mucho. Vio claramente el dolor que me producía ese sentimiento y trató de ayudarme a reducirlo.
Ella sabía que lo que me dijera no serviría. Otras personas y ella misma ya habían intentado hablar conmigo para que, desde la razón, yo cambiara de pensamiento. Me encantaría que hubiese sido tan fácil. Pero, como con casi todo lo que me pasa desde enero, esto no podía cambiar sólo con pensar en positivo. Necesitaba sentirlo y lo simbólico me ayudaría.
Mi madre y yo comenzamos a hacer un ejercicio creativo juntas. Por cada texto que yo escribía del reto #escapril, ella realizaba una acuarela. Ya os puse un ejemplo la semana pasada.
Los textos son muy intensos, hay mucho dolor. Las acuarelas de mi madre son la representación gráfica del abrazo de una madre a una hija que lo está pasando mal. Sus creaciones se llenaron de casas. Ella quería hacerme ver que sí merecía esta casa, que era nuestro hogar, que era gracias a él, que era parte de mi.
Lo consiguió. Gracias a esas acuerelas di un paso más para encontrarme mejor en mi casa.
Yo creo que la obra que veis aquí arriba es la que más me ayudó. Podéis ir a su perfil de Instagram a ver más.
Daibel me regala un espacio
Hubo un día que me invadió una sensación difícil de explicar. Nunca he sido creyente de nada relacionado con la religión, lo místico o los espíritus, pero aquel día sentí algo muy raro, pero muy palpable.
Tenemos una entrada que es como una terraza cerrada. Cuando Diabel estaba, apenas usábamos. Estaba para dejar los abrigos al entrar, almacenar leña, la silla de Daibel... También tenía y tiene, una buena cantidad de plantas. Pero ahí estaban. Las cuidábamos, nos daban la bienvenida al llegar a casa, pero como pasábamos poco tiempo en ese espacio, las veíamos poco.
Me pasé toda la primavera en este espacio cosiendo, dibujando, bailando, escribiendo... Tiene ventanas en tres de sus cuatro costados, así que es un espacio muy luminoso que se presta a realizar estas actividades creativas.
Aquel día del que os hablo, de pronto, sentí de una manera inexplicable, que Daibel me hacía llegar un mensaje: "Este espacio es mi regalo para ti, mamá". Me eché a llorar y decidí creérmelo. Mi hijo no hablaba y seguramente no sabía que ese espacio existía. Racionalmente, no tiene ningún sentido lo que estoy escribiendo. Pero lo sentí de forma muy clara y, como te decía, DECIDÍ CREÉRMELO.
Desde entonces, estoy haciendo mío ese espacio. Tengo a mano mis materiales creativos y de danza, le he puesto un radiador para poder estar en invierno y estoy a la caza de una alfombra porque el suelo está frío.
Tabajar para mejorar la casa
Algo que me ayudó mucho a sentir que mi casa es el lugar en el que debo estar, que es mía, fue trabajar en ella.
Antes del verano reparamos la piscina y no llamamos a una empresa para hacerlo. Lo hicimos nosotros. Descubrí que la albañilería me gusta. El resultado no quedó profesional, pero sí muy digno.
Esto me hizo estar en contacto con mi hogar de una manera más profunda. Cuidarlo, mantenerlo, dándole la importancia que se merece.
Esto me ayudó a volver a poner en valor esta casa, que es una maravilla, nos acoge y nos da una cantidad de posibilidades tremendas. Somos privilegiados. Esto ya lo sabía, pero, al parecer, necesitaba recordarlo trabajando, haciéndolo muy físico, sintiéndolo en el cuerpo.
Recibir visitas
Cuando se levanto el estado de alarma y pudimos recibir visitas volví a valorar el gran regalo que era esta casa. Después de tantas semanas de encierro, tener un espacio amplio en el que recibir a nuestros seres queridos, que habían pasado el confinamiento en pisos, fue todo un lujo.
Volver a casa tras las vacaciones
Hay un último hito que terminó por aclararme que éste era mi hogar: la vuelta de las vacaciones de verano.
A principios de marzo viajamos, a Cantabria, una escapada que me sentó de maravilla y de la que os quiero hablar en detalle en otro momento porque aceleró un proceso muy importante para que yo me encontrase de otra manera. Cuando volvimos de aquel viaje lo hice con tristeza. Por primera vez en semanas pude disfrutar mucho de cosas que me encantan. A la vuelta, tenía la sensación de que regresaba a una vida en inercia que no me pertenecía.
En parte, me equivocaba, porque la cosa se complicó con la pandemia y nosotros nos autoconfinamos desde el mismo día que llegamos, 8 de marzo. Y ya he contado que el confinamiento nos vino muy bien.
En verano volvimos a viajar a Cantabria. Me volvía con la misma sensación. Después de dos semanas con mis personas favoritas y en contacto constante con la naturaleza, el regreso me entristecía. Recuerdo que, cuando me despedía de mi amiga, le pregunté entre lágrimas: "¿Y qué hago yo allí?"
Hice el camino de vuelta llorando todo el tiempo que no conducía. Era como si hubiese puesto mi vida en stand by durante dos semanas y recuperarla me ponía de frente todo el dolor de su ausencia y que esta casa me lo hace tan visible.
Pero, al llegar a casa creo que debió iluminárseme la cara. Al entrar por la puerta y ver mi salón despejado me sentí en casa. Me sentí de lo más confortable.
La casa en la que habíamos estado era preciosa, pero con demasiadas cosas y estímulos para mí. Vigas de madera vistas, partes de la pared de piedra, muchos objetos (útiles y decorativos) y muebles... Para mí, era incómoda porque siempre había que esquivar o apartar algo. Y la cocina, que es mi elemento, ya digo, muy bonita, pero muy mal diseñada, lo que requería un gasto de energía extra cada vez que me ponía a cocinar.
Cuando entré en mi casa, que, por primera vez en mi vida, había dejado recogida antes de un viaje, y la vi despejada, con pocos muebles y decoración, con espacio... Me salió un suspiro. Me sentí en casa y, ahora ya de verdad, era gracias a él.
Mis ejercicios de escritura terapéutica II: escritura creativa, diarios de viaje y registro de proyectos.
Voy a seguir hablando sobre mis ejercicios de escritura terapéutica. En el post anterior te contaba cómo me inicié en esta actividad que es ya rutinaria para mí y cuáles son los ejercicios de journaling que realizo. Hoy voy a hablaros de tres herramientas más: la escritura creativa, los diarios de viaje o de eventos y los registros que me hago cuando realizo algún reto, proyecto o programa de formación.
Escritura creativa
Otra forma de escritura que practico bastante últimamente es lo que llamo escritura creativa. No me atrevo a llamarlo poesía porque no me siento a la altura de semejante género literario, pero va por ahí… Se trata de textos cortos y, que no riman. En el blog hay tres ejemplos: unos sobre los niños y niñas que acompañaron a Daibel, otro sobre sus cicatrices y otro sobre nuestro hogar. En el post anterior hay otro sobre el término duelo. Y mañana dejé uno muy potente en mis redes sociales, Instagram y Facebook.
Son muy expresivos, aunque cuentan con pocas explicaciones. Se trata justo de eso. Estoy más acostumbrada a escribir textos más o menos divulgativos en los que doy explicaciones con mucho detalle. En la escritura creativa expreso una idea tal cual me sale de la cabeza, sin darle muchas vueltas ni explicaciones. Solo yo sé exactamente lo que quiero decir. Quien lo lee puede interpretarlo de otra manera. Y así ha sido.
En esta línea, estos meses he participado en dos retos de escritura en internet: ‘Escapril’ y ‘Mi diario yogui’. En ambos, la dinámica era la misma. Cada día, durante un mes, se propone una palabra, tema o concepto sobre el que escribir un poema o relato corto. Yo usé estos dos retos para escribir sobre mi proceso de duelo de una forma más espontánea. Yo lo llamaba vomitonas. Escribía a lo bruto, lo primero que se me pasara por la cabeza. No pulía nada los textos.
Hice ‘Escapril’ en abril y ‘Mi diaro yogui’ en verano. Son textos que expresan mucho dolor, pero muy auténticos. Sobre todo, en el reto de ‘Escapril’ se nota que las primeras creaciones son muy oscuras y va habiendo algo más de luz hacia el final.
Diarios de viaje o de eventos especiales
Como os conté en el post anterior, de mi bullet journal desapareció la sección ‘Cosas que molan’ porque desde que murió Daibel ya nada me parece digno de merecer tal espacio. Pero sí echo de menos reconocer y dejar muestra de momentos especiales que me aportan bienestar o que son bonitos. Es por ello que hago diarios de viaje o de eventos especiales, como puede ser un fin de semana que hemos recibido una visita o la celebración de un cumpleaños.
Por el momento, son solo textos, pero mi idea es acompañarlos de fotos de esos eventos. Os voy a poner dos ejemplos. Esto es lo que escribí sobre el último día de un viaje a Cantabria que hicimos a primeros de marzo:
Día 5: 8 de marzo
Último día en el suelo, frente a la ventana, con manta, té y diario.
Visitamos en pareja la misma pradera y el mismo bosque.
Nos despedimos del río helado, las montañas sobrecogedoras y las ovejas.
Muchos cactus y suculentas, bolsas de muselina y un jabalí veloz.
Y estos son los stories que publiqué en las redes sociales el día que Daibel debería haber cumplido 7 años. La idea es que pasen al papel y tengan un espacio en mi bullet journal.
Retos, proyectos y programas
Igual habéis notado ya que soy una friki de los retos de internet. También me tomo muy serio mis proyectos o los programas de formación que realizo. Trato de sacarles siempre el máximo partido. Es por ello que suelo llevar una especie de registro o diario de estos proyectos. Así fue, por ejemplo, cuando participé en El Club de vida saludabel de Gala Rodríguez, del que te gablé aquí. Me creé mi propio registro para saber qué contenidos había consumido y cuáles no, y un espacio para anotar cualquier cosa que quisiera dejar por escrito sobre las sensaciones que iba notando con cada cambio.
También, el programa ‘Un viaje por el mundo de los chackras’ de OfiYogui, contó con un espacio propio en mi bullet journal. En este caso, Caroline, por cada chakra nos proponía un cuestionario que nos invitaba a reflexionar sobre diferentes aspectos de nuestra vida. Yo rellené esos cuestionarios y me encanta poder volver a ellos y ver cómo mi visión sobre algunos aspectos va cambiando. También, desde entonces, me creé un diario de yoga en el que apunto las sensaciones que tengo durante y después de la práctica.
Otra cosa que hago a finales de año (y ya llevo 3), es responder a una serie de preguntas que propone De mi casa al mundo en este post y que me ayudan a entender en qué punto me encuentro, cómo deseo estar a qué retos me enfrento… Cuando acaba el año, recojo todos los cuestionarios de los años anteriores, los leo y escribo el siguiente. Es un ejercicio muy revelador. Gracias a él entiendo muchas cosas.
Ya te he contado todas las herramientas de escritura terapéutica que utilizo. Ya ves que son unas cuantas. No empleo todas todos los días, pero, desde luego, sí escribo todos los días, de una manera u otra y me resulta muy sanador.
Yo hago todo esto en la misma libreta, en mi bullet journal, que en realidad es un archivador. Empiezo a tener problemas de espacio y me temo que voy a tener que dividir el contenido y usar dos archivadores distintos. La parte de mí que se siente minimalista está rabiosa.
Lo que os he contado son las herramientas que yo utilizo, pero puede que a ti no te llamen y estés buscando otras cosas. Internet y, en concreto YouTube, está lleno de ideas de journaling, si te interesa indagar más, te recomiendo este vídeo de Dalia Journals en el que encontrarás más propuestas y este otro de beyond words.
Mis ejercicios de escritura terapéutica I: journaling
Voy a hablaros de por qué la escritura es una herramienta terapéutica para mí. En el post de hoy os contaré cómo inicié este proceso y cuáles son mis principales herramientas de journaling (concepto que explico más adelante). Y como me he alargado bastante, en el próximo post os cuento más sobre mis ejercicios de escritura creativa, diarios de viaje y registro de proyectos.
Escribe sobre lo que te interesa y se convertirá en rutina
Siempre me ha gustado escribir, pero no fue hasta que Daibel nació que lo empleé como una actividad terapéutica para mí. De hecho, no fue hasta entonces que comencé a escribir las cosas que de verdad me interesaban.
Durante mis estudios y los primeros años en el mundo laboral escribí muchísimo: trabajos para la universidad, noticias para medios, notas de prensa, publicaciones en revistas científicas, comunicaciones para congresos, capítulos de libros académicos… Me costaba un triunfo ponerme a escribir estas cosas porque, en realidad, no me interesaban tanto como yo creía.
Comencé a disfrutar de verdad de la escritura, y también la lectura, cuando me quedé embarazada. Entonces, inicié un diario de embarazo, que no me he atrevido a releer nunca, y leía mucho sobre crianza.
Escribir lo que no estaba escrito
Cuando Daibel nació,seguí leyendo, pero no buscaba información sobre cómo atender o mejorar sus múltiples alteraciones. Esas cuestiones las resolvía preguntando a sus médicos y terapéutas. Yo seguía buscando información sobre crianza. Pero lo que encontraba, en la mayoría de los casos, no era aplicable a la situación de Daibel.
Por eso nació Crianza Mágica. Quise crear un espacio en el que otras familias en situaciones como la nuestra encontrasen la información que yo estaba buscando en ese momento. En 2014, un año después de que Daibel naciera, abriría las redes sociales y en 2015 el blog.
Nunca había escrito con tanta pasión, con tanto interés. Me sentía en mi elemento, creando los contenidos que de verdad quería y que pensaba podían resultar útiles.
En un primer momento, los objetivos eran tres y los voy a exponer en orden de prioridad:
- Ayudar a otras familias en situaciones parecidas a la nuestra.
- Visibilizar otras realidades y reivindicar un trato justo y respetuoso en todos los ámbitos.
- Escribir como actividad terapéutica para mí.
Así pensaba yo que serían las cosas en un primer momento, pero desde el principio, el orden de los objetivos se dio la vuelta. Resultó que desde el inicio la escritura me sirvió de mucho para aclarar mis ideas, para colocar conceptos confusos, para restar culpa, para entenderme. Comenzaron a seguirme muchas familias comprometidas con la crianza respetuosa sin hijos con necesiades especiales y terapeutas. Así que las tareas de visibilización y reivindicación se cumplen gracias a ell@s. Pero son pocas las familias en situaciones como la mía que andan por aquí, por lo que, el que yo tenía en mi cabeza como objetivo principal, pasó a tercera posición. Y está bien. Que haya pocas familias en situaciones parecidas a la nuestra no significa que no haya ninguna. Claro que las hay. Y me dejan mensajes preciosos. Os lo agradezco.
Journaling, escribir para mí
Hace ya casi 3 años, vengo utilizando la el bullet jornal como herramienta de organización. Para quien no lo sepa, a grandes rasgos consiste en ir creando tu propia agenda con los apartados que exactamente tú necesitas. Si te interesa el tema, hablo en detalle sobre mi bullet journal aquí.
En muchos casos, la herramienta del bullet journal va de la mano de la práctica del journaling, que traducido vendría a ser algo así como escribir un diario. Pero, en la práctica, es un concepto más complejo y me atrevería a decir que único en cada caso..
Hay muchas técnicas de journaling, desde el diario de mañana, el de motivación, el de emociones, el de agradecimientos, el de propósitos, el art journal, el registro de hábitos… Las opciones son infinitas.
En mi bullet journal siempre ha habido un espacio de control de hábitos que me ha ayudado mucho a instaurar rutinas saludables de alimentación o de ejercicio, por ejemplo. Además, por temporadas, cuando quiero instaurar una rutina nueva, añado los apartados que corresponda. Tienes un ejemplo en este post en el que te explicaba mi rutina de mañana de hace una año. También llevo un registro de mi ciclo menstrual.
Durante el primer año en el que yo use bullet journal, todos los meses había un apartado que llamé ‘Cosas que molan’. En él, cada día apuntaba algo que había pasado que me había aportado bienestar. Después de un año, esa colección dejó de tener sentido para mí. Al final, las cosas que apuntaba se iban repitiendo y dejaban de ser especiales. Abandoné el concepto, pero unos meses después el cuerpo me lo volvía a pedir. Entonces, en vez de hacer una colección mensual para apuntar las cosas que molan, la hice anual, de forma que apuntaría unos pocos momentos de cada mes que por alguna razón para mi eran especiales.
Lo inicié en enero de 2020. La cosa iba muy bien. Ese mes apunté algunos eventos que fueron muy especiales y sentía que era un proyecto bonito que, al revisarlo, me llevaba a aquellos momentos de bienestar. Pero el 26 de enero Daibel murió. No volví a usar esa colección. Ya no había nada que molara. Había cosas que estaban bien, cosas que me aportaban bienestar, pero no molaban. El título de esta colección ya no tenía sentido. La hice desaparecer de mi bullet journal.
En diciembre de 2019 también inicié un proyecto de ‘carta a mi misma’. La idea era que a principios de cada mes hiciera un repaso de cómo había sido el mes anterior, qué me hacía sentir y cómo deseaba que fuera el siguiente, qué propósitos tenía. Lo hice ese diciembre y en enero. Como Daibel murió no he vuelto a tener ganas de hacer un ejercicio así. De nuevo, dejó de tener sentido. Ahora, según lo escribo, me vuelve a llamar la idea. Igual lo retomo para 2021.
Mis registros
Como ya he explicado, en el journaling hay infinidad de opciones. Son muy populares los diarios de mañana en los que se propone escribir tres cosas por las que estás agradecida, tus propósitos objetivos para ese día o afirmaciones positivas. A mí estas propuestas no me encajan nada, me resultan artificiales, forzadas. Pero esto es lo que me pasa a mí. A ti podrían resultarte de lo más útil.
Yo uso estas otras herramientas que he incorporado después de la muerte de Daibel:
- Diario de sueños: cuando me acuerdo de un sueño lo apunto con el mayor detalle que puedo. En realidad, no sé por qué lo hago. No tengo ni idea de interpretarlos. Comencé a hacerlo porque soñaba con Daibel y no quería olvidarlos. Pero lo cierto es que siempre, de toda la vida, los sueños que recuerdo son desagradables. Son, más bien, pesadillas. Siguen un patrón: suelo estar casi siempre con las mismas personas, en lugares que no conozco y en situación de peligro.
- Diario de decisiones: en los últimos meses me he sentido tan perdida que no sabía ni cómo tomar decisiones más o menos sencillas. Con Daibel era muy fácil identificar si un plan era para nosotros o no. Ahora me cuesta más. Comencé a apuntar las decisiones para identificar desde donde las tomaba. ¿Desde el miedo? ¿Desde el deseo? ¿Desde la inercia? Apunto sólo las decisiones que considero importantes y las que me ha costado tomar, junto a la fecha. Nada más, no hago una valoración sobre ellas. Pero cuando las releo después de un tiempo, sí puedo identificar desde donde las tomé. Y sí, hay miedo, pero también aceptación y deseos, nada de inercia.
- Diario de descubrimientos: esta herramienta es una frikada y me da pena no haberla utilizado antes porque es la que más me gusta de las tres. Os cuento su origen. En varias ocasiones, en estos meses, me han pedido que defina qué es para mí el duelo y me he encontrado con varias definiciones o ilustraciones que lo representaban. Con algunas me he sentido más identificada que con otras. Un día, escribiendo sobre ello, salió esto:
Duelo
Dicen que tiene fases, con sus nombres y todo. Yo no digo que no, pero le daría otros.
Dicen que son olas que te pasan por encima. Tampoco me veo nadando.
Para mí, es como si se encendiera y apagara la luz de forma aleatoria y con intensidades lumínicas diferentes.
Cada vez que se enciende la luz veo algo nuevo y, al apagarse, tengo un tiempo para entenderlo.
Esto me pasa constantemente. Ya me pasaba antes de que Daibel falleciera, pero ahora es muy frecuente. De pronto, tengo una revelación y entiendo algo complejo que me rondaba la cabeza. A veces me doy cuenta de ello sin más, suele pasar mientras limpio, paseo o estoy tumbada dándole vueltas a la cabeza. Otras veces surge conversando con alguna persona.
En varias ocasiones he utilizado el blog para hablaros de estos descubrimientos, por ejemplo, cuando os conté lo tranquila que me hacía sentir haber rebajado mis expectativas o, este otro post de hace más de dos años, en el que hacía mi primera colocación sobre la culpa. La segunda está aquí.
Ahora apunto los descubrimientos en versión resumida, para que no se me escape ninguno, y la fecha. Voy a rescatar un ejemplo de mi diario que surgió tras charlar con una amiga:
4 de septiembre de 2020
El hijo de Ana me parece muy inteligente por sentirse en este mundo loco.
Llevo meses sintiéndome perdida y sufriendo mucho por ello, sintiéndome mal, culpable…
¿La autocompasión para cuándo?
Por hoy, lo dejo aquí. En el próximo post os seguiré hablando de más herramientas de escritura terapéutica que me son de lo más útil.
Arteterapia: proceso de metamorfosis a través de las fases de la Luna
Los procesos terapéuticos a través del arte y la creatividad me han acompañado desde que me quedé embarazada de Daibel. Os he hablado bastante de ello en estos años. Unos ejemplos: este post sobre cómo crear mandalas o éste de manualidades para tiempos de crisis.
Hoy quiero contaros el proceso de arteterapia más potente que he realizado. Lo es por dos razones: porque fue tras la pérdida reciente de mi hijo y porque lo he hecho con el acompañamiento de una profesional, Itahisa Mateo, de Proyecto Amarte.
Durante el confinamiento, desde la Asociación Cultural Convive, estrechamente relacionada con el Colegio Siglo XXI de Moratalaz, se nos dio la oportunidad de participar en un taller de arteterapia gratuito. Una amiga me pasó la información y desde el primer momento me atrajo la idea. Dediqué un tiempo a pensar si era algo que me encajaba en ese momento. Estábamos en abril. No paraban de surgir propuestas de entretenimiento, ejercicio, videollamadas… Había mucha sobrecarga ya y yo quería pensármelo bien. Además, ¿estaba dispuesta a atravesar el dolor que seguramente el taller me traería? La respuesta fue claramente un sí. Finalmente decidí apuntarme. Había sólo 20 plazas y me correspondió una. Me hizo tanta ilusión que lo viví como si me hubiesen dado una beca que deseaba mucho.
Cómo fue el taller
En el blog del colegio contamos cómo se desarrolló el taller a grandes rasgos. Duró 5 semanas y, cada una de ellas, Itaisha nos propuso tres tipos de ejercicios: dibujo de formas, elaborar una fase de metarmososis con un elemento de nuestra elección (yo elegí la Luna) y una actividad creativa.
No fui capaz de realizar las propuestas de dibujo de formas. No era mi momento y, a la vez siento que es lo que más necesito. El dibujo de formas me puso de frente mi autoexigencia, mi impaciencia. No me relajaba nada, todo lo contrario, por lo que me provocaba mucho rechazo. Era incapaz de fluir con las formas. Estaba verdaderamente atascada. Deseo poder retomar estos ejercicios, aparentemente sencillos, pero que tanto me removieron.
Las actividades creativas, pensadas para que nos soltásemos y nos dejásemos llevar, me resultaron muy interesantes. De nuevo me las llevé a un terreno más intenso. Desde que Daibel murió conecto mucho con él a través de las cosas que creo y estos ejercicios me llevaron por ese camino. Así que eso de soltarse y divertirse, no fue del todo conmigo. Pero sí hice grandes descubrimientos que, aunque reflexivos e incluso dolorosos, me aportaron mucha claridad. En las próximas semanas, en redes sociales os mostraré alguno de esos trabajos.
La metamorfosis
Hoy de lo que quiero hablaros en profundidad es del ejercicio que más disfruté, en el que más empeño puse y el que más aprendizaje me trajo: la metarmosfosis.
La propuesta era que escogieramos un elemento del cual pudiéramos representar cuatro fases. Podía ser una planta, una mariposa, una libélula, las estaciones… Yo me decidí por la Luna. En un primer momento, cualquiera que me conociera, habría pensado que yo escogería una planta. Fue mi idea inicial. Pero pensándolo un poco, la Luna me atrajo mucho más y me alegro mucho de haberme decidido por ella.
Dejando al menos una semana entre la elaboración de una fase y otra, fui haciendo mis lunas. Después, escribía las palabras que me habían atravesado la mente mientras creaba. Además, Itahisa me acompañaba en mis reflexiones después de cada fase, ayudándome a poner palabras y sentido a lo que había creado.
Luna nueva
Empecé con la Luna nueva. Me pareció que debía empezar desde la nada, desde el vacío. Conectando con ese inmenso dolor que provocaba que mi hijo no estuviera conmigo. Realicé una composición con cera negra y recortes de papel. Creo que se ve claramente la rabia y la oscuridad que representa. El trazo marcado, caótico y poco definido de la cera no deja lugar a dudas.
Pero hay luz. Hay estrellas amarillas. Y no son pocas. Para mí, representan un nuevo comienzo con oportunidades a transitar.
Luna creciente
La Luna creciente es un collage que hice sobre cartulina negra. Esto me permitía que las figuras tuvieran formas más definidas, rebajando la angustia que transmitía la primera composición.
Sigue habiendo mucha oscuridad, incertidumbre, a mi parecer, pero también muchas estrellas, esta vez agrupadas. Hay más orden.
Luna llena
La potencia de esta fase es brutal para mí. La Luna llena requería un cambio total de escenario. Le pregunté a Itahisa si estaba bien que cambiara totalmente de técnica y materiales. Ella me preguntó por qué quería hacerlo. Esta fase me pedía un cambio, una apertura, así que ambas pensamos que utilizar otro material era de lo más conveniente.
Salió esta joya de la que se ha enamorado cada persona que la ha visto. Se trata de un mantel individual en el que he cosido fieltro y lana cardada haciendo una composición que rompe totalmente con lo creado hasta ese momento.
El mantel era de Daibel. Lo usábamos para dejar encima sus cosas (jeringas, sistemas de alimentación, gasas, sueros…) para que no se ensuciaran las superficies en las que lo depositábamos. Estos manteles están destrozados de todos los lavados que llevan, pero fui incapaz de tirarlos. A la vez, no me gusta quedarme con cosas suyas a las que no les vaya a dar uso. Así que me pareció el lienzo perfecto para esta creación.
Me salió un árbol, que para mí representa la familia, y una casa. Nuestra casa. Desde este momento, la casa como símbolo cobraría gran importancia en todo mi proceso de duelo. Pronto os contaré más sobre esto.
Dentro de que la composición sigue siendo oscura porque es un paisaje nocturno, es la que más luz tiene, ya que la luna está llena, sigue habiendo muchas estrellas y sale luz amarilla del interior de la casa. Este texto que publiqué en el blog hace casi un año explica por qué.
Luna menguante
Cerré el proceso con la luna menguante. Qué apropiado. Recogerse cuando hay temporal es la mejor de las ideas. Tuve que pasar por todas las fases para darme cuenta de que ésta es la que más me representa ahora.
Vuelve a ser un collage, con una foto nuestra sobre acuarela, una técnica que no domino en absoluto, pero que me pareció idónea para representar la falta de control sobre todas las cosas.
La foto no es cualquiera, claro. Es de la primera vez que fuimos al mar tras su fallecimiento. Aquel día estaba en todas partes: en cada grano de arena, en cada gota con sal, en nuestros abrazos, en nuestras lágrimas…
Esa potente luz amarilla es suya. Nos guiará siempre y espero que ese camino lo hagamos siempre los dos juntos. Él nos ha enseñado cuáles son nuestras proridades y, cuando dudo, vuelvo a él y tengo la respuesta.
Más arteterapia
Tras escribir este post me di cuenta de que me sentía estancada. Los ciclos de la luna son eso, ciclos, y como tales, nunca cesan. Siento que me quedé en la Luna menguante. Compartí mi reflexión y el texto con Itahisa. Ella me propuso retomar el trabajo de artetarapia para indagar de dónde viene ese bloqueo y tratar de deshacerlo. En ello estamos.
Yo tengo una idea de por donde vienen los tiros y es por la falta de aceptación de algunas cosas. No de la muerte de mi hijo en sí misma, pero sí de cuál es mi lugar en el mundo sin él. Llevo enfrascada en este tipo de pensamientos desde enero y estoy harta de mi propio discurso. De ello te hablaba hace unas semanas en redes sociales con esta imagen cuya creación fue también acompañada por Itahisa. Os dejo un extracto del texto que publiqué.
“(...)En la puerta de mi casa hay un laberinto de espino que no consigo cruzar. Lo intento muchas veces, pero el mundo de ahí fuera me parece de lo más hostil. Y no es solo una cuestión pandémica. Cada vez que salgo, me pego un buen arañazo, me encojo y vuelvo a casa para sentirme protegida.
Lo sigo intentando, porque ¿veis que hay luz? Al otro lado del laberinto hay luz. Y me llama. Cuando me recupero del arañazo, me siento con suficiente energía como para volver a cruzarlo. Me visto, miro si hace buen tiempo, pongo mis condiciones para salir, lo intento de nuevo y me vuelvo a herir. Otra vez para casa.
Ese es el resumen. El mundo va a una velocidad que yo no puedo asumir. No llego a subirme al tren. Necesito más tiempo, pero tengo poca paciencia. (...)
Gracias, Itahisa, por apoyarme en este viaje. Como tú bien nos dijiste, este proceso requiere que una profesional lo acompañe. Así que si alguien al otro lado de la pantalla cree que necesita un acompañamiento como éste, que no dude en ponerse en contacto contigo.
La ventana de la luz amarilla
Por fin voy a casa. Hace tanto frío… Pero me encanta que el aire me dé en la cara con esta temperatura, sobre todo si cierro los ojos y el frío me da en los párpados.
Hoy me duelen los pies, pero este paseo no me lo quita nadie. Volver caminando a casa, con tiempo fresco, de noche… Me encanta.
Ya veo la ventana. La de la luz amarilla. Siempre es la más iluminada, a veces es la única. Y siempre está ahí. Siempre encendida. Siempre están ahí.
Cuando la veo es como si un imán que tuviera en el pecho me conectara con ella. Se me acelera el paso, me pongo ansiosa. Pienso en ellos y me invaden las ganas de verlos y abrazarlos. Es un deseo enorme de volver a casa, a la cueva, a la seguridad. Y da igual cómo estén las cosas dentro, la luz de la ventana amarilla siempre da calma.
Un Bullet Journal que cambia vidas
Desde hace casi una año me organizo con Bullet Journal (BuJo de ahora en adelante) y afirmo rotundamente que se ha convertido en uno de mis favoritos de 2018. Dudo que vaya a cambiar de método de organización en mucho tiempo, puede que nunca.
Por si no conoces esta herramienta, te cuento . El BuJo es una libreta en la que vas creando tu propia agenda. Es un sistema ideado por Ryder Carrol que ha encandilado a multitud de personas de todos ámbitos pofersionales y diversos estilos de vida.
En redes sociales hay una gran comunidad que usa el BuJo como herramienta de expresión artística y creativa, haciendo verdaderas obras de arte. En este sentido, me gustan mucho los canales de The Flower Journal, Dalia Journals (y anteriormente Rincón de Dalia), AmandaRachLee y ChristineMyLinh. También he aprendido mucho de Chirstine Hug, quien no emplea el BuJo de forma tan creativa, pero el uso que le da se parerce mucho más al mío.
El BuJo, en origen, no fue creado para ser un medio en el que canalizar la creatividad artística. Más bien todo lo contrario. La idea era crear un espacio lo más sencillo posible y libre de ruido, que albergue lo verdaderamente importante para la organización y la productividad. Pero la gracia del BuJo es que es personalizable y, aunque esta vertiente creativa no haya respetado el objetivo originario, cada una lo emplea como quiere, le da importancia a lo que le parece y, en definitiva, refleja su estilo.
Cómo empecé
Me adentré en el mundo del BuJo a la vez que en el minimalismo. Y es que me di cuenta de que usaba cuatro libretas diferentes para organizarme: una agenda para temas de trabajo y médicos de Daibel, otra para las cosas de casa, otra para reflexiones y aspectos más personales que de vez en cuando me da por escribir y otra para bocetar y hacer listas de cualquier cosa, como las de la compra, por ejemplo.
Estaba deseando encontrar una forma de unificar esas cuatro libretas en una sola. Aunque estaba enamorada de mi agenda, no tenía los apartados necesarios para poder usarla para todas estas cosas, a la vez que tenía unas cuantas páginas, ya diseñadas, que a mí no me servían para nada.
Estaba claro que lo que me permitiría hacer es unificación era el BuJo, pero, acostumbrada a ver por las redes aquellas obras de arte, pues se me hacía un mundo. Cuando me estaba picando el gusanillo compartí este vídeo de Solitude of Alanna en el que cuenta cómo lo usa ella y me quedé maravillada. Era una preciosidad. Yo no podría hacer eso, no tengo ese arte. Pero sí vi la posibilidad de usar el BuJo como yo quisiera, con los apartados que yo realmente necesitaba y no con los que ya vienen diseñados en una agenda preformada.
Inciso. No estoy diciendo que las agendas o planificadores preformados no sirven para nada. No me sirven a mí ahora. Pero los he usado mucho y me han ido de maravilla. También creo que el BuJo no es una herramienta útil para todo el mundo.
Lo que más me frenaba a mí para comenzar con el BuJo era el tiempo que hay que invertir en configurarlo. Pero, dependiendo de cómo lo uses, esa inversión de tiempo puede ser insignificante si, por ejemplo, lo vas creando al día y sólo los días que lo necesitas. Éste no es mi caso. Yo, una vez al mes, me siento y configuro todo el mes del tirón. Y lejos de resultarme tedioso, se ha convertido en uno de los momentos más placentero del mes, en el que me siento totalmente concentrada a hacer algo que me encanta. Resulta que es un tiempo para mí y que, además, ha tenido una repercusión enorme en mi productividad. Ese rato no es tiempo gastado, sino invertido. Muy bien invertido. Ahorro tiempo al no tener que consultar cuatro libretas diferentes, por ejemplo; al tener menos libretas, también tardo menos en ordenar el escritorio; y, la herramienta en sí, como método de organización y productividad me funciona a las mil maravillas. Ahora os pongo ejemplos.
Cómo me organizo
Como ya he comentado, una vez al mes me siento y configuro el siguiente mes. He de reconocer que mis meses tienen muchas páginas, creo que más de lo habitual. Es lo que tiene venir de cuatro libretas y que verdaderamente funciono muy bien a base de tachar cosas de listas.
Primero hago el mes vista, donde apunto eventos y citas, y dejo un espacio en la hoja para plantearme los objetivos del mes. Mis prioridades.
Después preparo las semanas. El primer mes que usé el BuJo empleé 4 distribuciones semanales diferentes para probarlas y ver con cuál me quedaba. Ganó ésta, en la que todos los días ocupan lo mismo. Me molestan los diseños en que los fines de semana son más pequeños, ya que, precisamente, en sábado y, sobre todo en domingo, es cuando más cosas hago. Y la verdad es que yo me lo apunto todo. Desde proyectos del trabajo (divididos en tareas muy pequeñas, por lo que se crean listas de varios items) hasta las cosas que hay que hacer en la casa (barrer, lavadora de no sé qué color, descongelar algo para poder cocinar....).
En la parte superior de cada día, dejo un espacio para anotar el diamante del día, lo que es más importante. Ya os hablé de ello en redes sociales hace casi un año. La semana que viene lo dejaré todo explicado en otro post del blog.
El apartado de notas lo uso para registrar el número de horas de trabajo que hago en casa y un pequeño control de hábitos. También apunto la lista de la compra.
Mis colecciones
Tras las semanas, viene lo que en el mundo BuJo se llaman colecciones. Son espacios para poder llevar un control de diferentes aspectos de la vida o planificar ciertos asuntos con más detalle. Aquí es donde yo me paso. Tengo unas colecciones fijas, que se repiten cada mes:
- Cosas que molan: cada día apunto lo que más me ha gustado de la jornada anterior. Así valoro mejor lo que me pasa, ya que hasta en día malos encuentro momentos agradables. Mola leer la lista pasado un tiempo, ya que me hace recordar momentos que me encantaron.
- Control de gastos: aquí sólo apunto los gastos que hago en efectivo fuera de casa. Una vez a la semana los voy pasando a un excel en el que llevo un control pormenorizado de todos los gastos e ingresos de la economía familiar. Esto llegó a la vez que el BuJo y os aseguro que ha marcado la diferencia en mis finanzas. Saber cuánto ingresas, cuánto gastas y en qué, da claridad y, en nuestro caso, ha hecho que el dinero cunda más.
- Cosas de casa: este apartado me ayuda a llevar un control de las tareas que hay que realizar cada semana (algunas más de una vez) y otras cosas pendientes que se pueden realizar a lo largo del mes. También apunto la lista de comidas que voy a dejar preparadas los domingos (a veces también los miércoles) para el resto de la semana.
- Menú mensual: semanalmente anoto las comidas y las cenas que vamos a hacer, teniendo en cuenta lo que ya tenemos en nevera, despensa y congelador. En base a esto hacemos la lista de la compra.
- Daibeladas: este aparatado es importantísimo. Me hacía mucha falta. Todo lo que aquí anoto lo teníamos por ahí desperdigado en diferentes listas, libretas y papeles. Ahora está mucho más organizado y siempre sé dónde encontrar la información que necesito.Cuando vienen los médicos a casa siempre hacen muchas preguntas que a veces no estaba segura de cómo responder. Por ejemplo, ‘¿cuándo fue la última vez que le cambiamos la sonda?’. Pues yo no sabía responder con seguridad. Ahora sí porque se queda anotado en observaciones. Me sirve también para informar a los médicos que vienen a verle de cosas que hemos observado; anoto los cambios que me proponen y las dudas que tengo para la próxima visita; llevo un control de qué cosas hemos hecho y cuáles no, de sus horas de sueño nocturo (tema importante por su epilepsia), de su peso (fundamental para saber hasta qué dosis de medicación se puede llegar)... Llevamos muchos cambios en la medicación con el fin de controlar la epilepsia y apuntar las cosas que observamos, las fechas en las que se cambian las dosis de los medicamentos o lo que sea, nos aporta mucha información a nosotros y los médicos para poder tomar decisiones.
- Monetes: colección en la que organizo reuniones, entrevistas y proyectos para el mes en curso del trabajo.
Además de estas colecciones, siempre añado alguna más relacionada con el mes en el que estamos. Por ejemplo, el mes pasado tuve dos colecciones extra, una para organizar las celebraciones de Navidad y de mi cumpleaños y otra que me sirvió como reflexión para el cambio de año. Otros meses en los que he tenido vacaciones, por ejemplo, me he hecho una lista de las cosas que quería hacer; o, si me ha tocado hacer muchos papeles (como me pasó a principio de curso), he creado una colección para ello. Cada mes, lo que necesite.
Por último, están las colecciones atemporales, aquellas que no se corresponden con un mes determinado. Aquí hay un poco de todo, desde listas organizativas a cosas que simplemente me han gustado y las anoto o dibujo para guardarlas y tenerlas localizadas. Os pongo algunos ejemplos:
- Proyecto biblioteca: voy una vez al mes, anoto los libros que me llevo, la fecha de devolución y los puntúo cuando me los leo.
- Una infografía sobre las partes y tipos de hojas
- Otra con la clasificación de las hojas de las plantas de mi huerto
- Recetas de cocina que quiero realizar
- Una colección con la canción que le hemos hecho a Daibel
- Cosas que leer, ver, escuchar o buscar que la gente me recomienda
- Listas que encuentro por ahí que me gustan, como por ejemplo, ‘10 pasos funamentales para organizarte mejor’, de Azucena Caballero.
- Recetas de productos caseros de higiene, cosmética y limpieza.
- Una colección con ideas de tipos de letras bonitas y decoración de títulos
Las posibilidades de colecciones son infinitas. En redes podéis encontrar muchísimos ejemplos que se ajusten mejor a lo que necesita cada una.
Espacio para la creatividad
Como os decía, el BuJo no está pensado, en origen, para ser un espacio en el que ser creativo. Pero, en mi caso, lo es en parte. Tengo la intención de aprender a dibujar, pero me resulta complicado encontrar tiempo para ello. Sin embargo, el BuJo se ha convertido en un espacio en el que, sin necesidad de ser constante, puedo ir dibujando cosas sencillas cuando encuentro un rato libre, sin pretensiones ni obsesiones. Es por ello que, por ejemplo, intento hacer títulos bonitos, con una decoración muy sencilla, pero que me hace practicar. Y también dejo un espacio cada mes para dibujar una portada que me guste.
Esto es todo lo que os quería contar de mi BuJo. Si has llegado hasta aquí es posible que estés pensando que soy una súper mujer, que llego a todo o, incluso, que lo tengo todo demasiado controlado. Déjame decirte, en primer lugar, que no es verdad, que no llego a todo y las cosas se me descontrolan, como a todo el mundo. Pero, también es verdad que, por un lado, he mejorado mucho mi productividad y, por otro, tolero mucho mejor que antes los descontroles. El BuJo es una herramienta que me ha ayudado mucho a mejorar mi productividad, pero antes ha habido un cambio de mentalidad que te conté aquí. La clave no ha estado en organizar mejor la cantidad de cosas que hago, sino en hacer menos cosas y después organizarlas mejor. Primero he simplificado mis tareas y luego les he dado orden y sentido, ayudada por el BuJo.
¿Usas Bullet Journal? ¿Crees que es una herramienta para ti? ¿Qué otros métodos de organización te han funcionado?
¿Soy minimalista?
Lucía Terol, minimalista que puedes encontrar en Sencillez Plena, diría que el minimalismo no tiene que ver con el número de objetos que tienes, sino que es más bien una actitud y creo que ella misma me diría que estoy en el camino del minimalismo. Sigo teniendo muchos objetos, pero he reducido mucho en lo material y lo inmaterial en los últimos meses. Hay ciertos aspectos que he descubierto del minimalismo que encajan conmigo y los quería compartir por si a alguien más le inspira.
Cómo empezó todo
Es muy curioso cómo ha sido todo el proceso que acaba conmigo escribiendo este post. El detonante surge cuando nos vemos en la obligación de plantearnos un cambio de casa. No nos queremos mudar, pero ciertos acontecimientos pueden llegar a forzar que cambiemos de domicilio. Es algo que comenzamos a hablar hace más de un año y, como era una posibilidad real, nos pusimos a buscar casas. En ese momento, lo vi claro: no quiero vivir en una casa grande. Cuanto más grande, más trastos y más tiempo invertido en limpiar y ordenar. Mi prioridad no es esa.
Aún sabiendo que una casa con las dimensiones de la actual es suficiente y que no me quiero mudar, no me encontraba del todo bien en mi propia casa por estar siempre desordenada y no precisamente limpia.
Cuando comencé a trabajar, en septiembre de 2016, sumado a que Daibel entró en una fase de trastorno de sueño bastante gorda y que duraría meses, mi casa se sumió en el caos. Disponíamos de menos tiempo para dedicárselo a la casa, estábamos agotados y no encontrábamos la energía para ordenar, limpiar, cocinar… Lo de no dormir es una tortura.
Pasó otra cosa. Yo llevaba 3 años sin trabajar, por lo que habíamos reducido muchísimo nuestro consumo. Desde mi primera nómina, comenzamos a comprar cosas que necesitábamos o deseábamos y que habíamos dejado aparcadas hasta aumentar nuestros ingresos. El problema fue que entraban cosas a casa, pero nada salía. Y, sinceramente, ha habido compras innecesarias. Así, las casa se iba llenando y llenando de cosas que no encontraban un lugar determinado. La habitación pequeña se convirtió en un trastero caótico. Cuantos más trastos, más difícil es limpiar, por lo que el caos se iba apoderando de nosotros.
Comencé a hacer pequeñas limpiezas de cosas que ya no usaba. Para mí fue fácil empezar por mi armario. “Destrasteaba” la habitación del caos a menudo, pero siempre volvía a desordenarse. La razón es que cambiaba las cosas de sitio, pero no sacaba de casa las que no eran necesarias.
En verano de 2017, redescubrí a Azucena Caballero, experta en productividad, organización y emprendimiento. Compré su libro ‘Organiza tu hogar en 30 días’. Me propuse seguir sus consejos, aunque adaptándolos un poco a nuestras circunstancias. La verdad es que no funcionó, pero plantó una semilla en mí, eso lo tengo claro. El libro de Azucena Caballero es un gran recurso que le ha cambiado la vida a muchas personas. Yo me he quedado con algunas de sus propuestas, pero lo cierto es que el método no terminaba de encajar conmigo o, al menos, en ese momento. Ahora que, mediante otros recursos, he conseguido vaciar mi casa de trastos, descubro que hay más cosas de la propuesta de Azucena que soy capaz de aplicar.
Paralelamente, iba leyendo y viendo vídeos sobre organización y productividad. Anotaba lo que me gustaba, pero no terminaba de encajar todo.
El punto de inflexión
En septiembre de 2017, con el inicio del curso, me propuse conseguir que mi casa estuviese limpia y ordenada, pero el 8 de ese mes Daibel fue hospitalizado en estado grave y ya todo cambió. De hecho, para que Daibel pudiera volver a casa, teníamos que cambiar parte del mobiliario y deshacernos de cosas que ya no iba a usar para dejar espacio a otras nuevas que venían con él. Durante tres días, antes de su alta, estuve preparando la casa, limpiando, ordenando, sacando y metiendo. Fue la primera limpieza real desde que comencé a querer un cambio en mi casa y, aun así, sentía que no era suficiente.
Su alta y estos meses en casa, han supuesto en mí una gran trasformación. Su situación de salud es muy delicada, lo que supone, entre otras cosas, que casi no salimos de casa y tenemos las visitas muy restringidas. Pasamos mucho tiempo en nuestro hogar y necesitaba sentirme bien en él.
Más allá de lo material
La situación de Daibel es tan complicada, que sentí la necesidad de simplificar otros aspectos de mi vida para eliminar tanto ruido y poder centrarme en lo que para mí era importante. Me salí de un montón de grupos de Whatsapp y Facebook, dejé de seguir algunas páginas e hice limpieza en mis amistades digitales, decidí que ciertos aspectos del trabajo no eran responsabilidad mía y que no iba a dejar que los compromisos sociales se comieran mi tiempo.
Cuando todo eso se aclaró, de pronto, dando una vuelta por YouTube, acabé en el canal de Adriana, de Minimalistamente. Quedé fascinada porque, vídeo a vídeo, le iba poniendo nombre a todo lo que me había ido sucediendo. YouTube me iba recomendando vídeos relacionados y así acabé en el canal de Lucía Terol, de Sencillez Plena. Ella me proponía profundizar mucho más en todo este proceso desde un punto de vista emocional. Y ahora, sí que sí, sentía que tenía los recursos que necesitaba para ponerme manos a la obra.
En enero de este año tuve unos días de vacaciones y me centré en ordenar mi casa. Salieron muchos, muchísimos trastos. Cada viaje, con el coche lleno de basura y objetos para donar me hacía sentir una paz inmensa. Fue absolutamente liberador. Y que sepáis que es esto engancha. A lo largo del año he seguido haciendo revisiones y reduciendo nuestras pertenencias. Y reduciría mucho más, pero los acuerdos de convivencia con Elpadredelacriatura no lo permiten, jeje.
Me siento especialmente a gusto con mi armario, que se ha convertido en un armario cápsula. Mi ropa ocupa menos de la mitad que antes, sólo hay prendas que me encantan y las uso todas. Todo lo demás, desapareció.
Éstas son mis camisetas de manga larga para todo el año
He conseguido, por primera vez en mi vida, que mi casa esté limpia (según mi criterio, hay muchas personas que no estarían de acuerdo conmigo XD) y ordenada la mayor parte del tiempo. Porque sí, a veces se me descontrola la cosa y sé que la razón está en que sigue habiendo demasiados objetos y pensamientos a mi alrededor. Pero bueno, el camino hasta aquí ha sido muy revelador y sé que estoy donde quiero estar. ¡¿Tú sabes qué gusto?!