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Balance tras tres años en Monetes. Lo que me aporta mi trabajo
Hoy es el último día que Monetes abre su tienda física. Mantenemos abierta la tienda online y seguimos dando servicio de asesoramiento de porteo y sillas de coche como agentes en la zona de Rivas y la sierra de Guadarrama. Hablo en primera persona de plural porque soy la única empleada que se mantiene en plantilla. Esto me tiene desconcertada. No me puedo quejar porque sigo teniendo trabajo, pero siento una pena inmensa por el cierre de la tienda física.
No hay una única razón para este cierre. Jeni, la dueña, lo ha explicado aquí en detalle. En resumen, los márgenes del sector son muy ajustados, nuestros sueldos son dignos, para mantenerlos, hay que vender mucho y lo hacemos, pero a costa de que el desgaste de Jeni sea insostenible.
Monetes es para mí más que un trabajo. Yo fui clienta antes que empleada. He hecho mío el proyecto y me siento muy frustrada por no haber conseguido que funcionara. Monetes es un referente en España para la crianza respetuosa y perder buena parte del contacto directo con la gente es un asco. Además, Monetes me saca de casa.
Aún con todo, me quedo en una situación muy favorable y me agarraré a eso para sacar la motivación que ahora me falta. En otro momento os contaré por qué soy yo la que se queda y no otra compañera, ya que, paradójicamente, la situación de Daibel es lo que lo hace posible.
Como balance, hoy quiero contarte qué me han aportado estos tres años en la tienda física, más allá de lo económico y los aprendizajes propios de la profesión. Y es que también ha sido una oportunidad de crecimiento personal, con mucho trabajo interno.
Como en todos los trabajos, hay cosas buenas y cosas malas. El trabajo en Monetes no es un idilio constante. Hay ciertos aspectos de mi trabajo que me encantan y me apasionan y otros que me resultan tediosos o, incluso, devastadores. De estos últimos no queda otra que aprender.
Aquí va mi lista de cosas que me ha aportado mi trabajo en estos tres años:
Menos prejuicios
Trabajar asesorando a familias de todos los tipos es una cura de humildad enorme. No juzgar es una de nuestras máximas en el trabajo y comencé hace tres años teniéndolo muy claro, pero aún de vez en cuando, me topo con situaciones que me hacen replantearme mis propios prejuicios. Es trabajoso darse cuenta y volver a la casilla de salida, pero también es un aprendizaje estupendo. Lejos de culparme, cada vez que detecto en mí un prejuicio, me felicito por haberme dado cuenta y tener la posibilidad de remediarlo.
Menos comparaciones
Creo que tener un hijo como Daibel te puede llevar fácilmente a compararte con otras familias y sentir que lo que nos pasa es injusto. Tener envidia, vaya. Por alguna razón que no sé explicar, esto es algo que creo que me ha pasado poco. Desde que nació Daibel, lejos de frustrarme al estar con otras familias de mi entorno, he disfrutado mucho con ellas. Jugar con los hijos de los demás ha sido sanador para mí.
Pero no voy a negar que en ciertos aspectos la cosa no ha sido tan fácil, como puede ser la lactancia. Yo veía a madres con hijos sanos a los que no daban el pecho por decisión propia y no porque hubiese habido ninguna complicación, y me sentía muy frustrada porque yo quise hacerlo y no hubo manera. Esta forma de verlo, además de prejuiciosa, era muy dañina para mí porque me estaba comparando. El contacto constante con familias hace que esto desaparezca si quieres irte a casa con la cabeza en su sitio.
Menos sensación de ‘no madre’
Os voy a contar una cosa muy curiosa. Durante el primer año de trabajo en Monetes, cada vez que atendía a una familia con recién nacido, se me erizaba la piel y los ojos se me humedecían. Me resultaba muy emocionante tener un bebé cerca y, aunque era una sensación bonita, no era cómoda para trabajar.
Yo relaciono esta reacción con la sensación de ‘no madre’ que experimentamos algunas mujeres que tenemos hijos con necesidades especiales y que vemos deshecha nuestra idea de maternidad preconcebida. Cuando veía a un bebé sano, me daba mucha alegría por la criatura y su familia y me invadía esa emoción.
Poco a poco, esa sensación se ha ido calmando, normalizando y, creo yo, siendo más sana y ayudándome a comprender cuál es mi sitio. Eso sí, la sensación angustiosa cuando atiendo a una familia con un peque con necesidades especiales no se va. Por muy pequeña que sea la cosa, siento cómo contengo la respiración al hablar con esa familia. Trato de dar lo mejor de mí y comprobar si algo de mi experiencia les puede ayudar, pero lo hago con un palo que me endereza la espalda, por no decir otra cosa.
Menos miedo a los cambios
Los grandes problemas de ansiedad que he tenido derivan de mi miedo a los cambios. Tener un hijo como Daibel y trabajar en Monetes es una cura brutal para esto. En Monetes las cosas cambian todo el tiempo, a diario. Desde cómo realizamos cada tarea, a cómo organizamos el espacio, pasando por los productos que vendemos. Es una adaptación constante. Así que, si no quería volverme loca con cada cambio, más me valía espabilar.
Para esto, Jeni, la jefa, es una maestra. Ante algunas situaciones complicadas, yo me habría bloqueado, pero ella siempre ha visto la necesidad de hacer cambios. He aprendido mucho de ella en este aspecto, si bien su energía de torbellino me ha vuelto loca más de una vez.
Menos culpa, menos responsabilidad
Durante los primeros meses en Monetes me impuse a mí misma mucha presión por hacerlo todo perfecto. Cada vez que cometía un error me machacaba y lo vivía con mucho desánimo. No tardó mucho en cambiar mi visión sobre esto y fue maravilloso, por liberador, y porque pude trasladar el aprendizaje a otras facetas de mi vida.
Yo me esfuerzo mucho en dar lo mejor de mí y en que las cosas salgan bien, pero, de vez en cuando, algo se tuerce y no me culpo por ello. Analizo la situación, valoro si hay algo que pueda hacer para arreglarlo o aprender para la siguiente, pero no me machaco pensando en cómo debería haberlo hecho para no cagarla. Hubo un día que entendí que no todo era responsabilidad mía y decidí que sería así para el resto de cosas de mi vida.
Más seguridad en mí misma
Esto es algo que con los años ha ido mejorando, pero, desde la primera llamada de Jeni para ofrecerme el trabajo, ya apareció. Desde que Daibel nació y, sobre todo, cuando inicié el blog, me invadía la sensación de síndrome de la impostora. Creía que yo no era quien para hablar sobre crianza respetuosa y apego, ya que mi contacto con esta manera de entender la relación con los hijos era reciente y poco experimentada. Me sentía pequeña ante otras madres, cuyos hijos eran de la edad de Daibel. No ayudaba la sensación de ‘no madre’ de la que os hablaba antes.
Aquella llamada de Jeni hizo que cambiara mi visión por completo. Una persona que para mí era un referente me ofrecía un trabajo en el ámbito de la maternidad y la crianza respetuosa. No podía ser que yo fuera tan buena impostora, tenía que ser que yo valía para esto.
Con el tiempo, he ido adquiriendo más conocimientos y seguridad y a menudo me sorprenden y enorgullecen las soluciones que les doy a las familias cuando las asesoro. Es un gusto sentirse así.
Más estilo
Ya os conté en el blog que cuando comencé a trabajar en Monetes venía de pasar tres años en pijama y sentía que la ropa que tenía no iba conmigo para nada. Al empezar a trabajar allí, por primera vez me permití comprarme ropa que de verdad encajara conmigo y no con la imagen que se suponía que debía dar. Este fue el origen de mi armario cápsula.
Más personas maravillosas
Era obvio que este apartado aparecería. Trabajo con personas encantadoras, de las que aprendo un montón y con las que puedo compartir cualquier cosa. Muestran una comprensión y una empatía enormes ante nuestra situación familiar. También me cruzo con clientes y prefesionales que imparten las actividades con quienes siento una conexión especial y hacen que sea un gusto ir al trabajo.
De entre mis compañeras, se merece mención especial Rebeca, con quien me entendía muy bien y lo pasaba genial, y de la que aprendí una barbaridad. No creo que sea consciente de cuánto me ha enseñado sobre amor propio y seguridad en una misma.
¡Madre mía! Releo todo lo que he escrito y me parece mentira. ¡Qué cantidad de aprendizajes! ¡Qué oportunidad de crecimiento personal me ha traído Monetes! Todo esto tiene un valor que no se puede calcular con dinero.
Al menos todo esto no lo pierdo, se quedará conmigo para siempre y estoy segura de que en esta nueva etapa exprimiré nuevos aprendizajes.
¿Qué aprendizajes te trae tu trabajo? ¿Te has parado a pensar qué te aporta más allá de lo económico?
Mi rutina de mañana y de escritura
Desde hace tiempo trato de mejorar mi productividad. Es un tema del que leo mucho y también consumo bastante material audiovisual al respecto. Cuando me entero de algún recurso nuevo que creo que va a encajar conmigo, lo pruebo. Os puedo asegurar que he intentado bastantes cosas que a mí no me han funcionado, pero otras sí y son las que me gusta compartir por si inspiran a alguien.
Vivimos en una sociedad que va a velocidad de vértigo y, gracias a las herramientas de productividad que he implementado, paradójicamente, siento que yo puedo ir más despacio. Para mí, ser más productiva no significa hacer muchas cosas en poco tiempo, sino llegar y hacer bien aquello que priorizamos sin tener una sensación de abandono de todo lo demás.
Hoy quiero compartir la última herramienta de productividad que he implementado y que me ha venido a las mil maravillas. Se trata de mi rutina de escritura, que finalmente se ha convertido en mi rutina de mañana.
¿Cómo empezó todo?
En junio pasado decidí formar parte del ‘club de escritura’ que puso en marcha Mer Flores. Ella es doctora en filología y, entre otras cosas, trabaja como coach de escritura acompañando a blogueras y emprendedoras para mejorar sus textos. En su blog encontrarás un montón de información útil, si te interesa este tema. El verano pasado, su blog fue una de mis lecturas mañaneras y me vino de maravilla.
En el mes de julio, Mer propuso un reto su grupo de Facebook Escribe Más y Mejor, con el cual nos ayudó a crear una rutina de escritura que tiene como objetivo conseguir que escribamos de forma más constante y con un estado mental creativo.
¿En qué consiste la rutina de escritura?
Se trata de configurar un ritual previo a la escritura que coloca al cerebro en ‘modo escritor’. En definitiva, es una estrategia conductista que, a fuerza de repetirla, nos predispone a escribir tras realizar una serie de tareas. Nuestro cerebro funciona bastante bien a base de hábitos y rutinas. Al coreografiar las tareas que realizo antes de ponerme a escribir, el cerebro ya sabe qué toca después y le cuesta menos abordar la escritura. Mer lo explica más en detalle aquí.
Ella nos fue dando ideas de qué acciones podrían componer nuestra rutina de escritura y las participantes en el reto decidimos cuáles nos encajaban y cuáles no. En resumen, estas acciones se dividen en dos grandes bloques: hábitos de autocuidado y de concentración.
Se trata de un ritual muy flexible y adaptable a la situación particular de cada y de cada momento. De hecho, tú misma decides si hay cosas que no se hacen todos los días o si van cambiando con el paso del tiempo.
Cómo se convirtió en mi rutina de mañana
Una de las primeras tareas que nos propuso Mer cuando comenzó el reto fue una visualización de nuestro ritual ideal. Esa meditación me dio mucha información acerca de cómo deseaba yo que fuese mi momento de escritura.
Uno de los aspectos más claros de la visualización fue que la escritura es para mí una tarea de mañana. Siempre he sido más productiva por las mañanas, es el momento en el que mi cabeza funciona mejor. Ahí es cuando me di cuenta de que mi ritual podía tener una doble función y convertirse también en una rutina de mañana. Hacía tiempo que quería ordenar las primeras acciones que realizo por las mañanas y hacerlas con más sentido. Sabía qué cosas quería hacer y conseguía implementarlas por temporadas. A veces, se me hacía un mundo conseguirlas todas y tiraba la toalla. Lo cierto es que no había conseguido encontrar la forma de convertir esas tareas en hábitos duraderos aunque había probado varias opciones.
El ritual de escritura ha supuesto una motivación enorme y ha conseguido que afiance ciertos hábitos que llevaba años sin conseguir.
Cambios en el espacio
Antes de pasar a desgranar los pasos que tiene mi rutina de mañana, quiero contar que gracias a esto también he conseguido, tras 10 años, tener mi propio espacio de trabajo en casa. Llevo una década realizando trabajos desde mi hogar y en este tiempo siempre me he apañado poniendo el portátil encima de la mesa del salón y trayendo y llevando los materiales que necesitaba de un mueble a otro o de una parte de la casa a otra. Durante un tiempo, eso fue un auténtico caos y, en consecuencia, mi salón era una leonera. La cosa cambió bastante cuando, tras adoptar un estilo de vida más minimalista, reduje mi cantidad de pertenencias y eso hizo que los espacios, en general, estuvieran más ordenados.
En aquella visualización yo tenía un espacio delimitado y eso hizo que aumentara mi deseo por tener uno. A esto se sumó que en la nueva casa en la que vivimos tenemos un mobiliario diferente y, tras varias semanas de probar distintas ubicaciones, yo no terminaba de encontrarme cómoda.
Finalmente, decidimos comprar un escritorio muy sencillo que pudiésemos colocar en el salón. Tenía claro que quería que fuese un espacio pequeño y con pocas posibilidades de abarrotarlo de cosas. También necesitaba una silla confortable que me permitiera sentarme a lo indio, que es como más cómoda y recta me siento y finalmente me hice con una de segunda mano que es una maravilla (además de suponer un consumo más sostenible).
Pasos de la rutina
Estos son los nueve pasos de mi rutina que realizo después de haber apañado a Daibel (aseo, medicación y alimentación) y después de mi desayuno (acciones ambas que ya estaban del todo implementadas y que ya se habían convertido en un hábito):
- Recoger el desayuno. Esta era una acción que tarde o temprano realizaba a lo largo de la mañana, pero la verdad es que los restos del desayuno podían pasarse en la mesa hasta la hora de comer. He creado el hábito de recogerlo nada más terminar, lo que ayuda a tener el espacio más ordenado.
- Llenar la botella de agua. Al llevar el desayuno a la cocina, relleno mi botella de agua y la pongo sobre el escritorio. El objetivo es bebérmela a lo largo de la mañana. El día que consiga establecerlo os enteraréis porque montaré una fiesta que se oirá en todo el planeta.
- Lavarme los dientes. Este es otro de los hábitos que estaba instaurado, pero podía pasar, tranquilamente, más de una hora desde que había terminado de desayunar.
- Hidratar manos y cara. Jamás en la vida me he cuidado la piel. He comenzado a hacerlo gracias a esto. Uso aceite de coco y ya.
- Hacer las camas. Mi madre y mi abuela están orgullosísimas.
- Poner una lavadora. Esta es una de las acciones que no realizo todos los días, sólo aquellos que sé que la mañana va a ser tranquila.
- Pasar la Aurorita. Es nuestro robot aspirador, que pasa un día sí y otro no y es una de las mejores inversiones de mi vida. El nombre es en honor a mi madre y mi abuela y, lejos de tener tintes machista, es mucho peor, es macabro y cargado de un humor negro que sólo se entiende en la familia.
- Desimantar superficies. En un par de minutos recojo un poco el salón quitando de las superficies imán todo lo que se va acumulando a lo largo del día y que no ha vuelto a su sitio después de usarlo.
- Hacer estiramientos. Me pongo música y realizo 10 ó 15 minutos de estiramientos. Hace como una año me di cuenta de que para mí es mejor hacer ejercicio a última hora de la tarde. Me activa lo suficiente como para terminar el día con más energía. Así que por las tardes trato de salir a andar o, este verano, estuve nadando, pero estiro por las mañanas. Me viene genial estirarme por las razones que todas conocemos y, además esta actividad física suave me activa y prepara mi mente para el momento de escribir.
Resultados
Tras unos pocos días de implementar este ritual, ya pude ver los tremendos resultados que conseguía. Mis mañanas son menos caóticas, sé lo que tengo que hacer y consigo hacer las cosas que me propongo. La rutina ayuda a que mi casa esté más ordenada y a proporcionarme pequeños momentos de autocuidado a diario. Esto me da mucha sensación de satisfacción y resulta muy motivador. También es muy reconfortante tener mi propio espacio después de una década.
A nivel de escritura, mi productividad ha mejorado una barbaridad. Estoy escribiendo este post a finales de septiembre y, según mi programación, se publica a finales de octubre. Voy con un mes de adelanto, lo que hace que me sienta mucho menos estresada y que las posibilidades de periodos de abandono se reduzcan. Tengo tanto margen, que me puedo permitir reducir el ritmo si en algún momento lo necesito y seguirá habiendo publicaciones.
¿Tienes una rutina de mañana configurada? ¿Qué pasos tiene?
¿Conoces las Lagunas de las Madres?
Hay un sitio muy cerca de nuestra casa al que nos encanta ir a pasar el día. Se trata de la finca Las Lagunas de las Madres. Intentamos ir cuando tenemos algo que celebrar: cumpleaños, aniversarios, fechas especiales… Nos gusta ir en pareja (de tres), pero también nos hemos empeñado en enseñársela a todos nuestros amigos y familiares porque nos encanta.
Se encuentra a las afueras de Arganda, en la carretera que va a Chinchón y Morata de Tajuña, y está dentro de los terrenos del Parque Regional del Sureste, una zona protegida de la Comunidad de Madrid que me tiene enamorada. No es que sea lo más bonito de España, ni siquiera de la Comunidad, pero es lo que tengo cerca y, como nosotrosno viajamos, para mí es una delicia descubrir todo lo que ofrece este parque. En el blog ya hay un post sobre el Soto de las Juntas y pronto habrá otro sobre una excursión a Morata de Tajuña.
Las Lagunas de las Madres, como el resto de lagunas de la zona, tienen su origen en la actividad industrial. Hay más de 100 lagunas de este tipo en el Parque Regional del Sureste que comenzaron a naturalizarse en los años 80. Después de 20 años de explotación como graveras, para extraer cantos, los agujeros fueron abandonados y el agua de los ríos cercanos (Manzanares, Jarama y Tajuña) se filtró y formó las lagunas. Aquellas explotaciones degradaron mucho la zona porque los camiones que accedían destrozaron gran parte de la vegetación y el relieve. La Comunidad de Madrid y los municipios afectados llevan 30 años tratando de recuperar el enclave, con más o menos acierto según la zona.
Un lugar genial para ir a comer
Como ya te he comentado, intentamos ir a Las Lagunas de las Madres en ocasiones especiales. Por ello, lo normal es que aprovechemos para darnos un homenaje en el restaurante. Allí se come de maravilla y nos tratan genial. Antes de que naciera Daibel, ya habíamos ido dos o tres veces y elegimos este sitio para nuestra primera salida con él, tras su largo ingreso en neonatos. A los cuatro días de su alta, llegó mi cumpleaños. Quería celebrarlo, pero en esta ocasión debía ser algo más tranquilo de lo habitual y con menos gente. Llamé al restaurante para reservar y les conté un poco de nuestra situación. Les pedí que nos colocaran cerca de un enchufe para poder enganchar el pulsioxímetro y, si podía ser, en el salón que se les quedara más vacío de los tres que tienen, para que no hubiera mucho ruido. Nuestra sorpresa fue que nos reservaron el salón pequeño para nosotros solos. Estuvimos muy cómodos y sin sobrestímulos para Daibel. Por tanto, desde entonces, cada vez que queremos hacer algo especial, vamos allí. Sabemos que nos van a tratar genial y atienden nuestras necesidades especiales. Hasta saben que no consumimos productos Coca-Cola.
No solo se está cómodo, sino que se come de fábula. Sirven comida gourmet a precios asequibles. El menú de fin de semana, de 18 €, es un gusto para el paladar, con un primer y segundo plato muy elaborados que no defraudan y unos postres caseros espectaculares. Pero para nosotros, su plato estrella es el pollo o el conejo al ajillo, éste último, típico de la zona. Lo cocinan con un toque especial que nos tiene atrapados.
El acceso al restaurante puede no ser tan cómodo como nos gustaría. Si accedes por la entrada principal de la finca, el restaurante queda en un alto al que se puede subir por escaleras o rampas, pero son bastante empinadas. A las personas mayores les puede costar subir tantos escalones y las rampas son un poco estrechas y yo diría que peligrosas para bajar con silla de ruedas. ¡Pero hay una solución! Se les puede pedir que te dejen entrar por la puerta del restaurante que da a la carretera. En fin de semana está cerrada, pero si comentas la situación, no te pondrán ningún problema. En fin de semana la puerta está cerrada porque el acceso a la finca, al ser privada, cuesta 1 €, para sufragar gastos de mantenimiento.
Un agradable paseo por las lagunas
Después de comer, siempre damos un paseo por la finca. Un sendero rodea las dos lagunas. El recorrido se puede hacer en 30 minutos, pero el paseo se va fácilmente a una hora porque es normal detenerse a contemplar el paisaje, la vegetación y los animales que vas encontrando, otro de los atractivos del parque. Hay patos y ocas y otras muchas aves autóctonas, como las cigüeñas, fáciles de observar durante el paseo. Además, hay unos establos con caballos, que se pueden admirar y montar, si te gusta. Y, si te paras a mirar lo suficiente, verás algún conejo. Desde luego, se ven muchas madrigueras durante el paseo y si vas con cuidado, seguro que consigues ver alguno.
Durante el recorrido también encontrarás columpios, miradores y puentes, que les encantan a los más pequeños. Además, hay zonas con merenderos, por lo que también puedes ir a pasar el día llevando tu propia comida.
Por último, puedes completar el día con un paseo en barca por la laguna grande, ya que las tienen disponibles para alquilar.
Para nosotros es un pequeño desahogo en la naturaleza al lado de casa. Esperamos poder seguir yendo a celebrar nuestros eventos y a disfrutar del entorno.
Evolución del porteo en caso de necesidades especiales
Cuando empleas portabebés para llevar a tu hijo, el uso de estos va cambiando conforme el peque crece y avanza en su desarrollo, según las necesidades del niño y del porteador. Aunque el crecimiento de Daibel fue muy lento los primeros años y su desarrollo no ha sido el habitual, nuestra forma de portear ha ido evolucionando al mismo ritmo.
Hoy os quiero contar cómo hemos ido cambiando de portabebés y por qué.
Fular elástico
No va a estar bien visto que una asesora de porteo, que además tiene un hijo con hipotonía, diga que es su portabebés favorito y que lo usó durante dos años, nada más y nada menos. Pero así es. No es la opción más óptima en casos de hipotonía, ya que no ofrece un ajuste preciso, pero nos ayudó tanto... Lo que Daibel más necesitaba era contacto y yo se lo ofrecía así y os aseguro que no me arrepiento.
Dada la situación en la que nos encontrábamos, era nuestra mejor opción. Es un portabebés que se aprende a utilizar rápido y creo que esa fue la clave del éxito en nuestro caso, además de que a mí me resultaba comodísimo. Antes de que Daibel naciera y conociéramos su estado, me decidí por el fular elástico en una charla impartida por Jeni, la que ahora es mi jefa. Cuando Daibel nació yo no me planteé otra cosa. Era todo tan complicado, que lo que más necesitaba era algo sencillo que me ayudara a ofrecerle contacto en cualquier situación y no requiriera que yo dedicase mucho tiempo en aprender a usar.
Tengo tan buenos recuerdos de nuestras horas de porteo con ese fular…
Fular tejido
Comenzamos a usarlo cuando Daibel tenía dos años y pesaba unos 7,5 kg. Fue nuestro portabebés principal todo el año siguiente, utilizando, sobre todo, la cruz envolvente. Su ajuste punto por punto lo hace ideal para un niño con hipotonía como Daibel y permite un reparto del peso estupendo para el adulto, además de ser el portabebés más versátil.
Cuando lo usábamos más, aún no era asesora de porteo. A los tres años, Daibel creció mucho de golpe y mis preferencias cambiaron a otras que me daban más seguridad. Soy consciente de que, de haber sabido todo lo que sé ahora de porteo, le habría sacado mucho más partido, ya que es un portabebés más óptimo para el caso de Daibel.
Bandolera
Comenzamos a usarla el segundo verano de vida de Daibel. Quería algo fresco para el verano. Por diversas razones, no sólo por el calor, el verano anterior casi no le porteé. Elegí una bandolera de tela africana, muy fresquita y que nos servía para bañarnos juntos en la piscina. Los siguientes veranos ha sido nuestro portabebés de cabecera, aunque Daibel ha crecido mucho y los últimos necesitábamos ya una bandolera con un tejido que nos diera más soporte. Así que mi amiga Rebeca nos prestó una que seguimos usando, de forma muy testimonial, ya que el reparto de peso es asimétrico y Daibel pesa mucho para eso.
Es ideal en casos de hipotonía porque permite ajuste punto por punto y es un portabebés que, una vez que aprendes a usarlo, se pone y que quita muy rápidamente, lo que es también un aliciente.
Mei Tai
Mi opción favorita para la fase de ‘niño grande’ de Daibel es el mei tai. Lo compré cuando cumplió tres años y comencé a trabajar en Monetes. Ya me costaba mucho hacer un buen nudo con el fular tejido a causa de la envergadura y la hipotonía de Daibel. El mei tai me facilitaba la puesta gracias a que ya tiene el panel hecho y sentía que me repartía mejor el peso que una mochila, gracias a que lleva bandas de fular en vez de tirantes de mochila. Perdimos la opción del ajuste punto por punto, pero ganamos en seguridad y comodidad.
Con este portabebés por fin me animé a llevarle a la espalda. Es una decisión que se demoró más de lo habitual y las razones darían para otro post. Cuando comencé a trabajar en Monetes ya no había escapatoria. Daibel estaba algunos turnos allí conmigo, a veces necesitaba contacto y yo debía seguir atendiendo las tareas del trabajo. Porteándole a la espalda, conseguía ambas cosas.
Mochila
Yo no soy de mochila. ¡Ea, ya lo he dicho! Se me clavan correas y broches por todas partes. Mucha gente no lo entiende y me siento como la del cuento de ‘La princesa y el guisante’, que lo notaba aunque hubiese 50 colchones de por medio.
Me compré la mochila un poco por responsabilidad. ¿Una asesora de porteo sin mochila? ¡Eso no podía ser! Eso sí, me regalé un caprichazo. Compré en Oh! La Luna una Emeibaby Toddler de edición limitada hecha con un fular muy especial.
Esta mochila ajusta punto por punto, por lo que es la mejor opción para la hipotonía de Daibel y, aunque yo prefiero otros, es el portabebés que el padre de la criatura ha usado más después del fular elástico.
Estos son nuestros portabebés. Ya casi no los usamos. Daibel está muy grande y su hipotonía complica ponerle en el portabebés. De manera puntual, en momentos de necesidad, usamos la bandolera o la mochila. Pero lo que el Daibel necesita es contacto, no un portabebés. Se podría decir que el portabebés lo necesitamos los adultos para que nuestra vida sea más fácil. Con ellos, podemos darle el contacto que necesitan nuestros hijos mientras tenemos las manos libres para atender otros asuntos.
Creo que en esta foto se ve claro lo necesario que ha sido un portabebés en nuestro caso. Si quiero ofrecerle a Daibel el contacto que NECESITA (no es que lo prefiera, no es que le guste, es que LO NECESITA), lo ideal era contar con un trozo de tela que me lo ponga más fácil porque, de una forma u otra, esa dichosa máquina tenía que venir con nosotros. Yo debía que ser capaz de transportar todo y no podría haberlo hecho sin los portabebés.
Cuando tienes un hijo con movilidad reducida hay cosas que no puedes hacer o tienes que hacer de otra manera. El porteo nos ha permitido llevar a nuestro hijo a lugares a los que no podría haber ido de otra forma.
Ya pesa 17 kg. Y son 17 kg con hipotonía, así que parecen más, pero no dejo de ofrecerle contacto. Sigue pasando muchas horas al día sobre nosotros porque lo necesita mucho. Pasamos muchos ratos en el sofá abrazados porque lo importante es el contacto.