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La ventana de la luz amarilla
Por fin voy a casa. Hace tanto frío… Pero me encanta que el aire me dé en la cara con esta temperatura, sobre todo si cierro los ojos y el frío me da en los párpados.
Hoy me duelen los pies, pero este paseo no me lo quita nadie. Volver caminando a casa, con tiempo fresco, de noche… Me encanta.
Ya veo la ventana. La de la luz amarilla. Siempre es la más iluminada, a veces es la única. Y siempre está ahí. Siempre encendida. Siempre están ahí.
Cuando la veo es como si un imán que tuviera en el pecho me conectara con ella. Se me acelera el paso, me pongo ansiosa. Pienso en ellos y me invaden las ganas de verlos y abrazarlos. Es un deseo enorme de volver a casa, a la cueva, a la seguridad. Y da igual cómo estén las cosas dentro, la luz de la ventana amarilla siempre da calma.