Miércoles, 30 Diciembre 2015 09:05

2015, un año de aislamientos y artesanía

Siempre que se acerca el cambio de año me acuerdo de una película absolutamente pastelosa que vi en mi adolescencia. Se trata de Emma, un dramedia de época, dirigido por Douglas McGrath y protagonizado por Gwyneth Paltrow, que no recomiendo XD. Hacia el final de la peli hay una escena en la que se dice algo así como: “Si al repasar lo acontecido en el último año, no derramas alguna lágrima, ya sea de alegría o de tristeza, entonces ese año no habrá servido para nada”. Todos los diciembres me viene esta frase a la cabeza y creo que, hasta este año, esas lágrimas habían sido siembre de alegría. Este diciembre es diferente.

2015 ha sido un año bastante raro para mí y mi familia. Estoy tenido que acostumbrarme a una nueva situación y no me resulta nada fácil. Estamos viviendo una temporada de muchos encierros en casa y hospitalizaciones a causa del estado de salud de Daibel y, no nos vamos a engañar, no lo llevo bien.

El año empezó siendo muy agradable, con unos días en familia en el pueblo, algo que nos apetecía mucho. A finales de enero Daibel empezó a hacer hipoglucemias (bajos niveles de glucosa en sangre) injustificadas y acabó ingresado en el hospital para hacerle un estudio. Estando allí, en plena epidemia de gripe y bronquiolitis, se cogió un bicho que no era suyo, así que terminamos ingresados 15 días. Nos volvimos a casa sin resultados concluyentes sobre las hipoglucemias, pero con oxígeno, algo que había desaparecido de nuestras vidas 9 meses antes y pensábamos que era para siempre. A los dos días del alta apareció una gastroenteritis (también hospitalaria) que compartió con Kike y después un gripazo que compartió conmigo y que nos duró quince días. En total, fue mes y medio de gente malita y acumular tanta ropa sucia que nos provocó un atasco de lavadora que no conseguí resolver hasta Semana Santa. Menos mal que fue la primera vez de la historia en la que hizo bueno… Obviamente, tuve que cancelar un montón de planes, lo que podemos denominar como el principio del fin de mi paciencia. También se canceló una operación para desobstruirle los lagrimales que se le programó en marzo.

Cuando acabó el invierno, estábamos esperanzados. Pensábamos que al llegar el buen tiempo conseguiríamos quitarle el oxígeno a Daibel, como pasó un año antes. Pero no fue así. Daibel siguió cogiendo un catarro cada quince días y así estuvimos hasta julio. Fue entonces cuando nos pusimos drásticos. Ya habíamos asumido que nos marcharíamos de vacaciones a Galicia con el oxígeno a cuestas, pero para asegurarnos esos días de desconexión, Daibel tenía que estar bien, sin catarro. Así que decidimos ponerle en modo ‘niño burbuja’. Durante tres semanas Daibel sólo salió de casa para ir al médico y a terapias y restringimos mucho las visitas, sobre todo las de los niños. A nivel familiar, no se nos dio bien. Nos pilló muy cansados ya de todo el curso, hacía mucho calor, el cuerpo me pedía piscina, pero no podíamos salir. Kike y yo ya no nos aguantábamos, necesitábamos desconectar.

Lo conseguimos. Llegaron nuestras ansiadas y merecidas vacaciones. En su mayor parte, fueron estupendas, y Kike y yo nos resintonizamos, pero se vieron enturbiadas por un episodio de epilepsia que sufrió Daibel mientras estábamos en la playa que da para un post completo.

La epilepsia de Daibel se puso rebelde hacia el final del verano y se le volvió a cancelar la operación de los ojos. Cuando volvieron a programar la cirugía para el 2 de octubre, decidimos, con mucha dificultad, volver a aislarle. Era la tercera vez que le programaban la operación y la necesitaba porque la conjuntivitis era perenne. En esta ocasión no fue ni a las terapias y, con un dolor de corazón que todavía me atraviesa, suspendimos su fiesta de cumpleaños, que al final celebramos una semana después.

Octubre fue horrible. Pasó en cinco ocasiones por urgencias y le ingresaron tres veces, una por la cirugía, otra por una crisis epiléptica bastante gorda y la última por una gastroenteritis. Esos ingresos, que también dan para otra entrada, me consumieron toda la energía. Y se cogió otro catarro, el primero de la temporada.

Empezó el (medio)frío, o al menos la campaña de virus por todas partes, y entramos en modo paranoia. Eso supone que no nos juntamos con personas que estén enfermas y no llevamos a Daibel a sitios en los que haya mucha gente. Conclusión: seguir cancelando planes o ir sola a todas partes. Para mí es una situación muy triste. Nunca he sido de estar en casa. Siempre he hecho muchos planes y actividades y para mí las celebraciones son muy importantes. El primer año de vida de Daibel, me acompañaba a todas partes y organicé un montón de fiestas. Pero este año la frenada me está superando. Lo último ha sido que no hemos podido ir a la cena de Noche Buena porque Daibel estaba acatarrado, con el oxígeno muy alto y la bombona portátil, en esa circunstancia, no tiene la autonomía suficiente como para pasar la cena fuera de casa. Ya comenté que para nosotros no son importantes las navidades y la verdad es que pasamos un rato muy agradable en casa en ‘petit comité’, pero me sigue costando cancelar planes. Si le sumamos que nuestras familias, la de Kike y la mía, están un poco revueltas, el resultado es este post quejica de finales de diciembre.

Entonces, repaso y lo que veo es que no fui al cumpleaños de Sara, ni al de mi Madre, ni al de Martín; Daibel pasó solo a saludar por el de Nora y vio como cancelábamos el suyo; fui sola a un sinfín de recados y reuniones, a la fiesta del final del verano, a la presentación del libro de Mamamorfosis, al 10º aniversario del Banco del Tiempo; me perdí unas cuantas quedadas de las chicas y no veo a Macarena y su familia desde agosto, lo cual me está volviendo ya loca. ¡Estoy harta!

En medio de esta situación, aparece la creatividad que me acompaña desde que soy madre a aportarme algo de calma. Descubro en las manualidades una válvula de escape en mi propia casa y me lío con los mandalas, la lana cardada, el scrapbooking, la fabricación de juguetes para Daibel y de regalos de cumpleaños para los hijos de mis amigos. Menos mal…

Por justicia, también tengo que mencionar a las chicas del Banco del Tiempo. Un soplo de aire fresco en mi vida. Ellas nos son cosncientes de hasta que punto le dan estabilidad a mi semana. Desde septiembre, soy gestora del Banco del Tiempo de Rivas y, con el objetivo de ponérmelo más fácil, las chicas propusieron que las reuniones fueran en mi casa los jueves por la mañana. Un momento entre amigas y haciendo cosas bonitas. Unas amigas que saben si has dormido en cuanto abres la puerta, que te llenan de abrazos y besos sanadores, que te traen algo que les habías pedido ahorrándote un paseo al súper, que cuando se van, se llevan la basura… Unas amigas recientes a las que siento como si fuesen de toda la vida y me cuidan como si perteneciera a su familia. Gracias.

Siento no estar hoy tan jovial y dulce como de costumbre. Gracias por el desahogo. Es terapéutico.

 

Y tú, ¿cómo has vivido el 2015? ¿Qué tal te ha ido? ¿Has experimentado alguna situción como la nuestra?

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