Mostrando artículos por etiqueta: colecho
6 claves para restablecer el vínculo si os separan al nacer
Como ya te he contado aquí, uno de mis mayores miedos cuando nació Daibel era no establecer un vínculo afectivo seguro después de separarnos tras el parto. En aquellos momentos lo viví con mucha frustración, pero el tiempo me ha permitido ver las cosas con perspectiva y darme cuenta de que hay cosas que se pueden hacer para compensar este hecho, como explica aquí y aquí Maisa, de Lactancia en Unidades Neonatales, en unos textos que yo habría necesitado leer entonces.
Aquí propongo 6 acciones que podemos realizar si hemos tenido que separarnos del bebé tras el nacimiento.
1. Método canguro
Lo ideal es acudir lo antes posible al lugar en el que se encuentre el bebé y comenzar a hacer el método canguro el máximo tiempo que se pueda. A mi llegada a la unidad de neonatos, las enfermeras me propusieron colocar a mi hijo en mi pecho, en contacto piel con piel. Este método es muy beneficioso para cualquier bebé, para las circunstancias de Daibel era su mejor medicina. Elcontactopiel con piel ayuda a establecer la lactancia materna; permite que se sientan seguros, lo que ayuda a que cojan peso más rápido; y, también, estabiliza todas sus funciones vitales (oxigenación, temperatura corporal y frecuencia respiratoria y cardiaca). Además, notarle en contacto contigo es una sensación muy placentera que te hace segregar la hormona del amor y te sientes muy conectada con el bebé.
2. Acompañamiento en la unidad de neonatos
Puede parecer una tontería que escriba esto aquí, pero yo vi como había padres que apenas estaban con sus hijos ingresados. Sí, esto pasa. Las circunstancias familiares son variopintas, y supongo que hay personas que se sienten superadas por la situación, no saben cómo afrontarla y por eso no pasan mucho tiempo en la unidad de neonatos, pero mi recomendación es que lo hagan. Es importante, no sólo estar allí, sino participar al máximo de los cuidados del bebé, comprender qué le pasa, por qué está allí, qué puedes hacer para mejorar su estado de salud. Tienes que conocer a tu bebé y él conocerte a ti. Háblale, huélele, obsérvale, tócale todo lo que puedas.
3. Compartir objetos y vivencias
En una unidad de neonatos respetuosa con la familia deben permitirte llevar objetos a tu bebé que te vinculen con él. En este post te conté qué cosas hacíamos para humanizar nuestra estancia en el hospital tras el nacimiento. Puedes vestirle con su ropa, llevarle objetos impregnados con tu olor, celebrar ciertos hitos conseguidos y hacerle partícipe de cosas que pasan fuera, como el cumpleaños de un familiar.
4. Lactancia
La lactancia es una de las herramientas más potentes para establecer el vínculo con tu bebé, como puedes leer aquí. Iniciarla en una unidad de neonatos, no es nada fácil, pero, por suerte, existen profesionales que pueden ayudarte, como a las que encontrarás en Lactancia y Unidades Neonatales. Ya te conté aquí que nuestra experiencia en este tema fue bastante frustrante, pero lo intenté.
Cuando la lactancia se vuelve imposible, hay formas de dar el biberón de forma respetuosa y que te vincule con tu bebé, tal y como cuenta Ibone Olza en este artículo.
5. Porteo
Daibel estuvo dos meses ingresado y, tras el alta, nuestra rutina casi diaria era la de ir al hospital a un sinfín de consultas y sesiones de terapia. Al periodo de hospitalización no le siguió una etapa tranquila de estar juntos en casa, que habría sido lo deseable. En esa circunstancia, las horas de método canguro menguaron considerablemente, pero el porteo nos permitía mantener el contacto.
Tenía clarísimo que quería portear, a pesar de que Daibel salió del hospital con necesidad de oxigenoterapia, lo que suponía llevar enganchados dos cables y dos máquinas. En esta situación, no parece fácil portear, pero se puede. Así fue nuestro porteo tras el alta.
Ésta es una decisión muy personal. A nosotros nos lo pedía el cuerpo, como ya te conté en este artículo. Nosotros estábamos deseando recibir el alta para meternos los tres en la cama todo un fin de semana y recuperar el tiempo perdido. Es una delicia tenerle tumbado a tu lado y observarle, ver cómo respira, mirar cada detalle de su cara, agarrarle de la manita… Todo eso vincula.
¿Practicaste alguna de estas acciones? ¿Crees que así puedes compensar la separación?
Un día cualquiera I
Hoy nos levantamos antes. Tenemos que estar a las 8 en el hospital. Las extracciones no empiezan hasta las 8:30, pero quiero estar antes para ver si consigo que le pinchen el primero, no vaya a ser que le dé una hipoglucemia, ya que está sin comer desde las 12 de la noche y no puede tomar la medicación hasta después de la extracción. Eso supone que tenemos que salir de casa a las 7, por si pillamos atasco, y ya son las 6:30 porque se me han pegado las sábanas. No llego.
Voy a dejar dormir a Daibel hasta que nos vayamos. Ya le cambio en el hospital.
Voy a preparar desayuno (leche en un biberón y cereales) y comida (un tarrito con puré, cucharadita de harina de arroz y otra de semillas de lino y el bibe del agua). Me faltan dos baberos, un trapito para limpiarle y una cuchara. A la bolsa. Llevo pañales, toallitas, otro pijama, el bolsito con las medicaciones. ¿Hay suficientes cápsulas de hidrocortisona? Sí. Esto está listo.
Voy a vestirme y a la vez llenaré la bombona de oxígeno. Pero cuidado, que si no la retiro a tiempo se congela y entonces sí que no llegamos.
Puf, ya son las 7. No he desayunado. Voy a meter unas galletas y un zumo en el bolso y en cuanto llegue al hospital me lo como.
Me voy a poner el fular elástico preanudado y así no me lo quito en toda la mañana por si lo necesito. Daibel, te meto dentro del fular y nos vamos. La bolsa, el oxígeno, el pulsi… uy, casi se me olvida, el historial de Daibel. Ahora a meter todo esto en el coche.
¡Hala, las 7:15! ¡Verás qué atasco! Efectivamente. Aaaggg, es un trayecto de 20 minutos y me va a llevar más de una hora. Es que los días que llueve… Ya no llegamos a la 8.
Bueno, ya estamos y son las 8:10. Al menos a esta hora es fácil aparcar. Voy a bajar el carro y pongo ahí todos los bártulos. Noooo, Daibel, normal que te enfades, con el frío que hace, tú tan dormidito y yo sacándote a estas horas. Tranquilo, que en cuanto entremos al hospital te meto otra vez en el fular.
Las 8:15 y ya hay 4 personas delante de mí. Bueno, no son muchas.
Daibel, al fular a ver si te calmas. Así…
Las 8:35 y todavía no han abierto. ¡La glucosaaaa! Ya abren, menos mal. Papel entregado.
Oh! El nene que va delante de nosotros es un bebé. Tardarán más. Así es… ¡La glucosaaaa! Ya nos toca. A esta enfermera no la conozco. Voy a avisarla de lo difícil que es sacarle sangre (mejor en los pies, aunque están ya machacados, o en la cabeza) y de que establezca prioridades. Primero las hormonas, que tienen que salir en ayunas, luego el hemograma y esas cosas, que lo necesitan para la cirugía, y lo último los niveles de valproico, que los podemos hacer más adelante, ya que los últimos son de hace 4 meses.
Bien, no lo ha entendido como una intromisión en su trabajo. Menos mal. Puf, mira y mira y ni se atreve a pinchar. Va a avisar a otra compañera. Sí, esta le ha pinchado más veces. Un intento en un brazo… nada. Un intento en un pie… nada. El otro pié… y sale. Venga, Daibel, aguanta, que lo están haciendo muy bien. Mierda, se ha salido. Van a ver si con eso sirve para las hormonas…
Quieren intentarlo otra vez después de que desayune, que suele ser más fácil. Vaya panzada a llorar te has pegado, Daibel. Yo te abrazo, cariño. Bueno, le voy a dar la medicación, que ya son las 9:05 y va con una hora de retraso. A ver, la alquimista, que tiene que diluir las cápsulas de hidrocortisona. Madre mía, la que estoy liando sacando tantas cosas. Nos mira todo el mundo. Bien tragadas las medicinas, la hidrocortisona y el Depakine. Ahora el bibe. Jolín, y yo todavía no he desayunado.
¡Oh, no! El aparcamiento. No lo he pagado y son las 9:20. ¡A que me multan! A ver, que lo pago con el móvil. ¡Hala! El móvil lleno de mensajes. Para luego. Ya está pagado hasta las 12:30. Voy a avisar de que ya ha comido para que le vuelvan a pinchar.
Nos llaman otra vez. A ver si ahora lo consiguen. Van directas a la cabeza. Espero que no se pongan con la peluquería hospitalaria. Un pinchazo… nada. Otro pinchazo… nada. ¡¿Qué?! ¡¿A la yugular?! Esto es nuevo. ¡Madre mía! Ahí tiene la cicatriz de la vía central. Se me ponen los pelos de punta sólo de pensar en lo que pasó aquel día. ¡Tiene narices! No han conseguido sacar todos los tubos. Venga chiquitín, mamá te coge.
Se ha quedado frito. Le voy a dejar en el carro. Me parece que hoy no estás para hacer logopedia. Voy a bajar a avisar y le cuento lo de la semana pasada en el oftalmólogo y le pregunto por lo del rechinar de dientes.
Venga, una cosa menos. Nos subimos otra vez que ya son las 10:30 y le toca la consulta de enfermedades infecciosas. Papel entregado. Somos los primeros, así que me llamarán enseguida. Que no se me olvide decir que ya lleva la primera dosis de la vacuna de la gripe y que ha estado con salbutamol. Ya nos llaman. Daibel, te van a despertar. Lo siento. Le van a pesar. Ay, a ver si ha cogido peso. Jolín, ni un gramo en un mes. ¿¡Y ahora qué!? Por lo menos ha estirado un poco. ¡Madre mía! ¡Si no le he cambiado el pañal en toda la mañana! Lleva el mismo desde los doce de la noche. ¡Vaya madre!
Un papelito con la dosis de la vacuna del VRS para la enfermera y otro para la cita del mes que viene. Daibel, al fular, que toca vacuna y si está la enfermera de siempre, nos deja hacer el pinchazo porteando y así te calmas antes. Vamos al hospital de día que allí es el pinchazo. Ay, ese muslito… Ya está. Hoy no hay más pinchazos. Duerme otro poco, campeón.
Las 11:15. La cita con la inmunóloga es a las 12:00. ¿Qué hago? ¿Me acerco por si le puede ver ya? Sí, voy para allá, entrego el papel de la cita y, mientras esperamos a que nos llamen, me acerco a la consulta de neuro para ver si por fin han llegado los resultados de los aminoácidos. No los encuentran. Daibel ya no quiere estar en el fular. Voy a dejarle en el carro. Puf, me preguntan qué día fue la extracción de aminoácidos. Sí, el 2 de febrero. Me acuerdo porque fue un día después de la convulsión febril. ¡¿Qué sería de nosotros sin mi buena memoria!? Menos mal que es así… Pues nada, siguen sin saber dónde están los resultados. Si no me llaman pronto, me tendré que volver a pasar.
A ver, que el móvil no para de sonar. Voy a ir contestando poco a poco.
Las 12:15. Daibel debería comer pero está dormido. Desayunó más tarde de lo habitual, así que podría comer más tarde, pero si dejo pasar más rato nos van a llamar y se va a retrasar demasiado… Le despierto. Lo siento, Daibel. A ver, otra vez el despliegue de medios para la comida y un montón de ojos mirándonos. Al menos ahora no toma medicación, pero con la cuchara montamos un número… ¡Qué difícil lo pones, Daibel! Perdona, cielo, tú haces lo que puedes, pero no te muevas tanto, que nos estamos poniendo guarrísimos.
Ya son las 12:45. La consulta va con casi una hora de retraso. Esta doctora siempre tarda mucho. Se pasa mucho rato con cada paciente. Yo se lo agradezco, porque lo tiene todo en cuenta y es una de las consultas en la que mejor atendida me siento.
¡Ay, el aparcamiento otra vez! Jolín, si no me multan va a ser un milagro. Voy a pagar desde el móvil hasta las 13:20. Y es el máximo. No puedo estar más de cuatro horas. Si quiero estar más tiempo tengo que cambiar el coche de sitio. Menos mal que hicieron esta aplicación. Si encima tuviera que andar saliendo a poner el papelito…
Voy a ver si Daibel quiere jugar con algún objeto mientras esperamos. Voy a sacar la abeja, que tiene sonido, los colores adecuados y es fácil de coger. No hace mucho caso…
Ya nos llaman. Las 13:15 se me acaba el parking. Me van a multar. Esta doctora me lo va a preguntar todo. Mi memoria a prueba, otra vez. Le tengo que pedir que la próxima cita sea un martes, aunque ella no pasa consulta oficialmente, para no estar viniendo al hospital todos los días de la semana, que Daibel acaba reventado.
Jolín, le ha pedido otra analítica. Al menos no es urgente. Tenemos que dejar pasar unas semanas para que recupere las venas.
Voy a admisión a pedir las citas de infecciosas e inmuno. Cojo el numerito y sólo hay dos delante. A estas horas ya no hay nadie por aquí. Daibel ya está harto, no quiere ni carro ni fular. Ains… ya estamos. El programa da problemas con la cita de inmuno porque la agenda de la doctora no está abierta los martes. Ya verás como me toca volver otro día a preguntar por la cita porque no me llega por correo, como la última vez.
Las 14:00. Venga, ya nos vamos. A ver si nos han multado. ¡No! ¡Qué suerte! El mes pasado no la tuvimos. Otra vez todo dentro del coche. Vamos muy tarde. Kike tendría que estar comiendo ya. Menos mal que anoche dejé la comida echa. Seguro que la estará calentando.
Subimos a casa sin el carro, así que tengo que cargar con el oxígeno, el historial, el pulsi, la bolsa y Daibel… al fular. ¡¿Qué sería de mí sin el porteo?!
Por fin en casa y la mesa puesta. Daibel, te dejo en la trona mientras comemos. Al final, en el hospital, entre pitos y flautas, no me he comido ni las galletas. ¡Qué desastre! Esto no es sano. No me cuido nada.
Las 15:00. Tengo que trabajar un poco con el ordenador. Daibel, te dejo en el puzle en el suelo mientras hago esto, y así cambias de postura. Te pongo el arco de estimulación. Ahora juego un ratito contigo. Listo. Anda, las 15:45. No nos da tiempo a jugar y tienes una cara de sueño… Cambio de pañal y control de glucosa. 65, bueno, no está mal. A esta hora es cuando peores niveles da. Toca Depakine, hidrocortisona y un bibe de plátano, pera, leche de avena y dos cucharadas de cereal. ‘Padentro’. ¡Genial, Daibel! Y siesta. Ya está frito. ¿Le dejo en la cuna? No, en la cama conmigo, así nos achuchamos un poco.
Cómo me gusta verle dormir. ¡Qué bonito es! Vaya mañana ha pasado… Cuando se despierte serán por lo menos las 18:00 y todavía no ha hecho nada de terapia. Es que… ¡vaya agenda!
Menos mal que tenemos cuna de colecho. ¿Te imaginas que convulsiona por la noche y yo ni me entero? Puf, mejor ni lo pienso. Voy a dormirme un rato, que la noche fue toledana y he madrugado mucho.
Las 18:00. Kike ya ha terminado de trabajar y me está haciendo la merienda. Menos mal que puede trabajar en casa. Es mucho más fácil así. Daibel ya se despierta. Vamos a ver un capítulo de StarGate mientras merendamos. Qué bien, un poco de relax. Mientras lo vemos, voy a ponerme a Daibel en las piernas y trabajamos un poco el control cefálico.
Las 19:00. Kike se queda con Daibel. Voy a tender la lavadora y mientras hago unos purés para el peque. Las 19:45. Me pilla el toro. Ya tenía que haber tomado el Eutirox. Voy a prepararlo. Otra vez la alquimista… Aquí, machacando la pastilla… Este mundo no está pensado para que haya bebés enfermos.
Daibel, a la ducha con mamá. Papá te viste y mientras os contáis vuestras cosas. Después a cenar crema de calabacín, tu preferida. Ahora puedes ensuciarme lo que quieras, que estamos en casa.
Puf, mil mensajes en el móvil y varias notificaciones en redes sociales. Voy a responder. Estoy harta de estar siempre conectada.
Voy a preparar la cena y me acostaré pronto. Kike y Dabiel se quedan juntos hasta 12, cuando toca el último biberón, hidrocortisona y Depakine. Espero que no se le olvide que lo hemos subido a 0,4.
Mírales, se quedan ahí los dos juntos siendo guapos. Les quiero mucho. Buenas noches.
¿Tú día se parece al nuestro? ¿Crees que es demasiado para un bebé?
El colecho con niños con necesidades especiales es una cuestión de seguridad
Daibel tiene más de dos años y duerme con nosotros en la misma habitación. Hay quien no ve esto con buenos ojos, pero en nuestro caso es una cuestión de supervivencia mutua. Es una obligación por la seguridad de Daibel y un gran beneficio para mi espalda y mi escasa cantidad y calidad de sueño.
En la unidad de neonatos en la que estuvo ingresado Daibel, había charlas para padres en las que nos daban información sobre lactancia o la preparación del alta, por ejemplo. Yo asistí a un par de ellas. Una era sobre el vínculo afectivo, algo que a mí me preocupaba mucho porque desconocía si podía estar bien establecido, ya que nos separaron tras el nacimiento y me veía e la obligación de marcharme a dormir a casa cada noche dejándole a él ingresado. Recuerdo que cuando le comenté a una enfermera que iba a ir a la charla ella me dijo "¿La vas a dar tú? Esa charla a ti no te hace falta". Bueno, había una parte de razón en sus palabras. No me hacía ninguna falta, ni a mí, ni a los otros padres que asistieron, escuchar lo que allí se dijo. Nos encontramos con una psicóloga que no quería estar allí, que empezó la charla diciendo que ella no la veía necesaria, que ella trabajaba de otra manera. Esto último lo puedo entender, pero tratar el tema me parece de lo más necesario. Yo lo necesitaba, tenía dudas y no creo que fuera la única. Hizo una exposición teórica aceptable, pero cuando llegamos a los casos prácticos, nuestros casos, a mi modo de ver, patinó bastante. Varios padres planteamos nuestro deseo de conseguir el alta de nuestros hijos lo antes posible y aseguramos que lo primero que haríamos sería meternos padres e hijos en la cama y dormir juntos todo un fin de semana. La sensación de separación que se experimenta en casos así es tan fuerte, que lo único que quieres es recuperar el tiempo perdido. La psicóloga nos dijo que eso no era buena idea. Que eso de dormir con los hijos no es bueno para ellos. Que después no podríamos sacarles nunca de la habitación y que así no se establece un vínculo seguro. Estas frases lapidarias, provenientes una profesional de la salud, crearon confusión en algunos padres.
Yo no daba crédito. En primer lugar, ninguna persona externa a nuestra familia debería decirnos qué hacer en una cuestión de crianza tan íntima como esa. En segundo, me pareció alucinante que esta mujer hiciera oídos sordos a las recomendaciones de Organización Mundial de la Salud, UNICEF o la Asociación Española de Pediatría, instituciones que exponen las bondades del colecho seguro y lo recomiendan, como se puede leer aquí y aquí. En aquel momento yo ya conocía estas recomendadiones y lo planteé allí, pero no se me quería escuchar. A mí me dio mucha rabia por aquellos padres que se quedaron confusos, así que les busqué un artículo divulgativo sobre el tema y se lo di.
¿Reflexionamos?
Vaya por delante que cada uno puede tomar la decisión que le parezca más adecuada. ¡Sólo faltaba! Que si decides no dormir con tu hijo, tienes tus razones y seguro que es lo mejor para tu familia, no tengo ninguna duda. El tema es que los que sí dormimos con ellos parece que tengamos que estar justificándolo constantemente. La red está llena de artículos sobre colecho muy bien fundamentados, así que no voy a entrar en este asunto. Yo sólo quiero dejar aquí unos temas sobre los que reflexionar. Son asuntos que suelo plantear cuando alguien me cuestiona el colecho.
- Dormir alejados de los hijos es un invento occidental y 'adultocentrista'. En muchas otras culturas se duerme con los hijos en colecho o cohabitación.
- Es curioso que exijamos a nuestros hijos que duerman solos cuando sus propios padres duerme juntos en la misma cama.
- Ningún adolescente quiere dormir con sus padres. ¿Es cierto eso de que si practicas colecho nunca vas a poder sacarle de tu cama?
Con estas cuestiones no quiero poner a nadie ni a favor ni en contra del colecho. Sólo quiero invitar a la reflexión y al respeto a las decisiones de quienes deciden practicarlo.
Colechamos por seguridad
He de decir que yo he tenido que defenderme poco respecto a este tema. Cuando tienes un hijo que requiere unos cuidados tan especiales como Daibel, la gente se atreve poco a opinar. Además, en nuestro caso, practicar colecho es algo de sentido común y no está relacionado, como en la mayoría de los casos, con la lactancia. Os cuento la paradoja...
Antes de que Daibel naciera, teníamos más o menos decidido que no dormiríamos en la misma cama porque no nos parecía seguro para él a causa de mis extrañas pautas de sueño. Me movía mucho, tenía episodios de sonambulismo y de terrores nocturnos. Eso desapareció antes de quedarme embarazada, pero, salvo que la lactancia nos llevase en otra dirección, Daibel dormiría en su cuna y en nuestro cuarto. Nació como nació y lo que más deseábamos tras el alta era meternos los tres en la cama. No lo hacíamos mucho, sólo por las mañanas, en fin de semana, cuando ya estás en el estado duerme-vela. No nos parecía seguro dormir con él toda la noche por el tema de los cabeles. Daibel necesitaba oxigenoterapia, por lo que llevaba gafas nasales y pulsioxímetro. Nos daba miedo enredarnos con los cables. Eso sí, las siestas, conmigo en la cama. ¡Un gustazo!
El primer año durmió en una minicuna y después pasó a una cuna más grande a la que le teníamos la barrera bajada para poder cogerle más fácilmente. Pero nuestros colchones no estaban a la misma altura. Seis meses después, nos fuimos un fin de semana al pueblo de mis padres. Para dormir, pusimos una cama de 90 al lado de la de matrimonio. Fue la mejor noche que pasamos en meses y decidí que algo teníamos que hacer en casa. Así que, entre el abuelo y el padre de Daibel, tunearon la antigua cuna su tía para convertirla en una de colecho. La subieron en altura, para que los colchones quedaran alineados y le quitaron una barrera lateral. Además, conseguimos un estupendo espacio de almacenaje debajo. Yo la pinté de blanco y tengo pendiente fabricar unos cajones para guardar su ropa de cama. Con esta cuna me resulta mucho más fácil y rápido atenderle.
Dormir con Daibel nunca ha sido fácil. Los primeros meses de su vida debíamos poner el despertador estrictamente cada tres horas y darle de comer, aunque no lo pidiera, para mantener sus niveles de glucosa. Tardaba unos 45 minutos en tomarse el biberón. Hacia los 7 meses dejamos de tener que darle el biberón de madrugada, pero a los 9 le operaron de labio leporino y el dolor no le dejó descansar en todo el verano. Cuando dejó de sentir dolor empezaron los catarros. 11 largos meses de un catarro detrás de otro. Tampoco podía dormir porque le daban fuertes ataques de tos por la noche que nosotros teníamos que atender con celeridad porque se ahogaba con sus flemas. Se fueron los catarros y aparecieron los trastornos de sueño. Cuando Daibel está bien, puede dormir tres horas y con eso tiene suficiente. Por tanto, se despierta a las 3 o las 4 de la madrugada y no vuelve a dormirse hasta las 8. Hemos probado de todo, ya os contaré...
En esta situación, colechar es obligatorio, o, como mínimo, cohabitar en el mismo dormitorio. No le puedo sacar de la habitación porque, si le da un ataque de tos, tengo que actuar lo más rápido posible. No os cuento si tiene una crisis epiléptica... ¿Cómo me voy a enterar de una crisis si está en otra habitación? Ni siquiera tengo la seguridad de enterarme estando juntos... Además, lleva oxígeno y se saca las gafas un montón de veces a lo largo de la noche, por lo que su máquina pita indicándonos que no satura bien. Si está en otra habitación, me arriesgo a no escuchar el pitido y a estar levantándome constantemente. Sí, aquí ya entra mi comodidad. Pero, más que comodidad, es supervivencia. La falta de descanso, dormir en posturas imposibles (a ratos en el sillón del salón), los sobresaltos por la tos o los pitidos de la máquina, han hecho que mi espalda sufra mucho y, aunque de vez en cuando me paso por Relaxarium, la cuna de colecho me ayuda a no tener que cargar tanto con Daibel y así aminorar el dolor.
No entra en nuestros planes ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo sacar a Daibel de la habitación. Así estamos bien.
Y tú, ¿practicas colecho? ¿Respetas a quien lo hace? ¿Qué harías en nuestra situación?